¿Por qué acuden?


“A ti acude todo mortal, a causa de sus perversidades” (Salmo 65:3b-4a)

Ayer hablamos que Dios escucha. No necesita que lo convenzamos ni que hagamos presión grupal para que se de el tiempo para poner atención. Dios escucha, a todos, sin necesidad de que tengamos que ir a él con grupos de influencia o con individuos que suponemos tienen más mérito que nosotros para ser escuchados, lo que no sólo es una herejía sino que introduciría un elitismo monstruoso en la relación con Dios.

Muchos lectores de la Biblia tienen la manía de leer frases desconectadas de su contexto. La frase ayer decía “porque escuchas la oración”, y reflexionamos sobre el sentido del “escuchar”, que es maravilloso cuando lo pensamos honestamente. Un Dios que escucha siempre es esperanzador, al lado de uno que sólo oye de manera selectiva, que es una concepción pagana, que lamentablemente, perdura en el cristianismo.

El asunto es que el texto continua con otra idea, dice luego de afirmar que Dios escucha que todos los mortales acuden a él a causa de sus perversidades. Si leo bien dice claramente “a causa”, es decir, la razón por la que acuden es porque son perversos, porque saben que lo son, porque no pueden esconder su perversidad. Eso va en contra de esa teología extraña que indica que hay que ir a Dios libre de pecado o de perversión, aquí dice todo lo contrario, que lo que arrastra al ser humano hacia Dios, es precisamente su perversidad.

¿Por qué? Evidentemente, no por masoquismo porque no van pensando en que encontrarán en Dios un látigo para sus pecados, sino que van a él llenos de esperanza, porque saben que encontrarán refugio, perdón y sanidad. Los pecadores que han asumido su propia perversión, saben a ciencia cierta que necesitan ser restaurados, y acuden a Dios con la convicción de que serán recibidos. Esto, contrario a la idea de que primero debes reformarte para ir a Dios, cosa que no sólo no es cierta, sino que además es cruel porque pone un imposible en los hombros de quienes luchan por superar sus pecados adquiridos y heredados.

Dios no sólo escucha, él también recibe al pecador. No para castigarlo sino para redimirlo y sin peros, sólo así, con su gracia.


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: 
SALMOS DE VIDA 

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