La bendición de la riqueza


“De ti proceden la riqueza y el honor” (1 Crónicas 29:12)

En la Edad Media se inventó el mito de que la riqueza era mala. Que ser pobre era una bendición. Que se podría ser una mejor persona si se sufría las consecuencias de la pobreza. Millones de personas fueron engañadas, hasta el día de hoy, con esas ideas falsas que lo único que pretendían era manipular a la multitud de personas que vivían con lo mínimo y de esa forma, pensar que los ricos, lo eran porque Dios lo había decidido así.

Muchos cristianos se conforman con la pobreza. Viven creyendo que padecer hambre y tener recursos limitados es una bendición, porque los priva de ser tentados.

Lo cierto es que todas esas ideas no son más que patrañas. Inventos de sinvergüenzas que de esa forma justificaron sus excesos y estilos de vida que nada tenían que ver con el cristianismo.

Dios no desea que seamos pobres. Al contrario, hay cientos de textos en la Biblia donde la bendición de Dios está asociada a la riqueza y a la satisfacción de nuestras necesidades de una manera digna, sin tener que mendigar ni andar dando lástima.

Nelson Mandela, el emblemático líder sudafricano, alguna vez escribió: “Erradicar la pobreza no es un acto de caridad, es un acto de justicia”. El concepto es absolutamente cierto. Nadie que se precie de inteligente puede defender la pobreza como una bendición.

Mantener la pobreza por cuestiones religiosas es lo máximo de la manipulación. Convence a las personas de que Dios desea que seamos pobres por una cuestión espiritual y de esa manera lo único que hace es perpetuar el dolor.

Ser cristiano y ser pobre es un contrasentido. Sabiendo que Dios es el dueño de todo y sus hijos de nada no tiene sentido. Lo cierto es que a menudo los que hacen llamados a la pobreza son los que tienen mucho o son ricos. Son avaros que en su avaricia no tienen nada, pero no lo perciben.

Eso no significa confiar en la riqueza como un fin en sí mismo, pero tampoco deberíamos maldecir los bienes materiales como si fueran algo malo en sí mismo. Hay pobres llenos de orgullo y avaricia con lo poco que tienen, y hay ricos humildes y dadivosos que siempre reciben más. El asunto no es la riqueza, como siempre, es la actitud.




Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. Del libro inédito: 
SUPERANDO OBSTÁCULOS


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