Dueños del reino de los cielos


“Porque el reino de los cielos les pertenece” (Mateo 5:4b)

Esta sección de las palabras de Cristo son desconcertantes. ¿Cómo podría alguien ser dueño del reino de los cielos? ¿Cómo alguien podría aspirar tener como referente que le pertenezca algo que por definición es inescrutable? Evidentemente el texto no puede estar hablando de “pertenencia” en el sentido que solemos utilizar los seres humanos en el mundo contemporáneo.

Jesucristo, sin poseer bienes ni fortuna, fue el más rico de los ricos. Tuvo ante si la mayor de las riquezas: Una vida plena de sentido y significado. La humildad de Jesús contrastaba con quienes basaban su vida en las posesiones que tenían.

Siempre ha sido así y no creo que el asunto cambie, porque está en la naturaleza humana. Mientras más se tiene, más se busca tener. Muchos que poseen riquezas de este mundo se aferran a ellas de tal modo que no ven otra cosa en el horizonte.

Por esa razón, mientras más rica sea una nación menos abierta está al evangelio y a la Palabra de Dios, porque para escuchar a Dios es preciso sentirse menesteroso.

Los pobres, los que sienten necesidad, los que saben que son deficitarios, los que no se aferran a las posesiones o dones que tienen, son los que pueden palpar los goces del cielo y la bendición de pertencer a un reino diferente a este mundo.

Cuando Jesús dice que el reino de los cielos “les pertenece”, está diciendo que los pobres que sienten necesidad de Dios, son por definición del reino de Dios, porque allí pertenecen. Para seguir a Dios es preciso antes ser una persona que se de cuenta de su deficiencia natural y se pueda apoyar en la omnipotencia divina que todo lo puede. El sacrificio de Cristo sólo tiene efecto en personas que sienten que lo necesitan. Los demás, no llegan.

“Incluso cuando creemos no estar apegados al dinero, el dinero nos sigue teniendo más o menos sujetos” (Georges Chevrot)



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: 
REFLEXIONES AL AMANECER


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