Los que lloran

“Dichosos los que lloran” (Mateo 5:4a)

Llorar no es agradable. El llanto aflora en momentos de tensión emocional, cuando se está triste, incluso, cuando alguien está muy enojado. Es una reacción emocional que produce, una sensación de incomodidad. La persona que llora a menudo está triste y en cierto modo, pierde conciencia de lo que ocurre a su alrededor.

¿Por qué poner dichosos los que lloran si llorar no es agradable?

Hay dos respuestas posibles, una que Jesús está consciente de quienes padecen. No hay nada que Dios pase por alto. No existe la impunidad para Dios. Así que es una promesa, no te preocupes —dice Dios— yo veo todo y no hay nada que se me escape.

En ese sentido, toda persona que llora, especialmente por una injusticia, puede estar segura que Dios de alguna manera la acompaña.

Sin embargo, la expresión que utilizan los traductores griegos del Nuevo Testamento (penseo), es una palabra que normalmente está asociada al duelo. Al sentimiento de dolor provocado por una pérdida. Es un sufrimiento tan grande que no pueden dejar de expresarlo, algo que de acuerdo a las reglas de etiqueta de la época no estaba bien visto. Se suponía que sólo las masas incultas expresaban sus sentimientos abiertamente.

Algo así ha ido ocurriendo con algunos cristianos que ven mal la expresión de dolor, suponen que aferrarse a la promesa debería hacernos inmunes al sufrimiento y expresarlo sería una especie de falta de fe. Nada más absurdo. El ser humano es emocional, no expresar un dolor intenso, termina enfermando. Sentir dolor no me hace menos cristiano u hombre de poca fe, de otro modo Jesús en el Getsemaní estaría descalificado.

“Llorar no indica que eres débil. Desde el nacimiento, siempre ha sido una señal de que estás vivo” (Charlotte Brontë)



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: 
REFLEXIONES AL AMANECER


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