“Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia” (Mateo 5:6a)
Tener hambre y sed es una experiencia traumática. Quienes han padecido por inanición o por no tener agua para beber, han vivido momentos sumamente difíciles. No es chiste, es algo que deja huellas definitivas en la vida. Cuando alguien tiene hambre, nada más existe en el horizonte. No sólo sueña con la comida, no hay nada más que tenga sentido. En el caso de la sed, la experiencia es similar. Es sentir, como la vida se te va a acabando segundo a segundo, simplemente, por no tener el vital líquido que pueda darte la energía para seguir.
Por eso que la metáfora del texto es poderosa. Quien tiene “hambre y sed” de justicia, no tiene nada más en el horizonte. Es lo único que existe y tiene sentido. Saber que la vida carece de sentido si no se tiene la posibilidad de hacer justicia, hace que la existencia tenga una meta clara y definida.
La mayor parte de las personas simplemente pasa de largo, no entiende el compromiso que implica darse por otras personas y estar atentos a las necesidades del prójimo. Es evidente, que la justicia a la que alude el texto, es la de los que padecen a causa de la opresión o el trato injusto. Muchos cristianos creen que no hay que pronunciarse frente a esos desmanes sociales, porque “no es tarea de un cristiano” ocuparse de las necesidades sociales de quienes padecen, sin embargo, aparte de que ese enfoque es cómodo y relativo, lo que logra es simplemente, dejar a los pobres sin ayuda y convierte al cristianismo en una teoría sin efecto práctico, lo que simplemente es inaceptable.
Quienes viven en conexión con Cristo no pueden estar contentos con un contexto de injusticia. Luchan día a día para hacer que el mundo sea un poco mejor para quienes padecen necesidades, porque el verdadero cristianismo es acción no teoría.
“La probabilidad de perder en la lucha no debe disuadirnos de apoyar una causa que creemos que es justa” (Abraham Lincoln)
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez.
Del libro inédito:
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REFLEXIONES AL AMANECER
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