Es tan fácil confundirse que de pronto algunos cristianos tienen doble vida, porque no entienden el verdadero sentido de la humildad y la mansedumbre. Un empresario cristiano me decía hace un tiempo que él no podía ser manso con sus trabajadores o se aprovechaban de su humildad, por eso solía ser duro, déspota y arrogante con ellos, haciendo que sus trabajadores rechazaran que él a su vez quisiera hablarles de Dios y de la Biblia. No era para menos, con sus actos negaba su fe.
Pero eso se da en todos los ámbitos. Escuché con estupor a un administrador de la iglesia decir que para ser un buen líder había que ser malo, porque los buenos pronto perdían autoridad y los arrastraban, por eso era déspota, autoritario y rígido. No estaba hablando de una empresa secular, sino de la iglesia, más desazón me ha causado comprobar que muchos creen que esa idea es correcta.
Un cristiano que verdaderamente entiende el cometido de Jesús no se dejará arrastrar por actitudes que impliquen cometer malas acciones en contra de su prójimo, aún cuando sea con la excusa de algunos administradores de la iglesia de “dirigir al pueblo” de Dios, frase que cada vez me molesta más escuchada de labios de soberbios y arrogantes.
Un cristiano de verdad es desobediente a la autoridad que le demande acciones contrarias al buen hacer de los principios plasmados por Dios en su palabra. Dios, dice el salmista “guía a los humildes en lo que es recto y enseña sus caminos al humilde” (Salmo 25:9). No dice que hace lo mismo con los orgullosos y con aquellos que creen que para que las cosas funcionen hay que ser rudo, tosco, déspota, y violento. Dios bendice la humildad, porque es el único camino para escuchar su voz.
“La humildad es una virtud tan poco apreciada en nuestro mundo precisamente porque facilita la vida” (Orhan Pamuk)
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez.
Del libro inédito:
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REFLEXIONES AL AMANECER
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