Aún los profetas se equivocan


“Pero ahora devuelve esa mujer a su esposo, porque él es profeta y va a interceder por ti para que vivas. Si no lo haces, ten por seguro que morirás junto con todos los tuyos” (Génesis 20:7)

 
Abraham es llamado “profeta” por Dios mismo, pero en el relato ha cometido el mismo error por segunda vez y por segunda vez Dios lo ha sacado de esa situación. ¿Por qué? ¿Qué tenía Abraham que lo hacía tan especial?


A menudo la gente actúa como si los líderes religiosos estuvieran más allá del bien y del mal y fueran inexpugnables. Como si por el solo hecho de ser religiosos estuvieran inmunes a cualquier influencia y no pudiera pasarles nada. Sin embargo, el error se convierte en horror, cuando se dan cuenta que esos seres humanos que cumplen funciones religiosas, son nada más y nada menos que humanos, seres falibles que se equivocan y que cometen errores, muchos de ellos gruesos y grandes, y que no hay excusa.


En el caso de Abraham, aún no entendía su misión. Luchaba por cumplir lo que él quería como humano y por otro lado, ser fiel al mandato divino que le había encomendado una tarea inmensa: ser el padre de una nación, una que aún no existía y que ni siquiera tenía descendientes.


Dios, en este caso, no le habla a Abraham, como habría correspondido, porque fue el patriarca el que se equivocó, fue directamente donde el rey en un sueño y le dijo el error que estaba cometiendo y lo conminó a “devolver” a la mujer que había tomado como concubina.


La razón de señalar que Abraham es profeta no es para elogiarlo, sino para protegerlo. Abimelec podría haber enviado a la horca o a la hoguera a Abraham por el engaño que había realizado al mentir sobre su esposa, pero no lo hizo, porque terminó con miedo, sabiendo que Dios le había hablado. Dios protegió a Abraham de sus propias tonterías.


En el verbo “devolver” se observa toda la desidia que existía en relación a las mujeres, tomadas como objetos y traspasadas de un señor a otro, simplemente, porque no tenían derecho a opinar. Dios, nunca quiso ni ha querido que este modelo sea el que impere, al contrario, Dios espera que actuemos distinto, simplemente, porque le conocemos.


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Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado


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