“La mujer lo agarró de la ropa diciendo: Vamos, acuéstate conmigo. Pero él, dejándole su ropa en la mano, salió afuera corriendo” (Génesis 39:12)
A menudo al leer esta historia, la lectura es similar: José es el héroe y la mujer de Potifar una villana. No se nos ocurre otra posible versión. Alabamos a José por su valentía al enfrentar la tentación y salir corriendo. Lo que no alcanzamos a percibir es la situación completa, porque como a menudo no nos detenemos en el contexto, nos cuesta ver más allá del hecho o de la interpretación que hacemos a partir de lo que hoy significa un incidente parecido.
La mujer de Potifar, de la cual no sabemos el nombre, porque la historia invisibiliza a las mujeres sin nombrarlas, también es una víctima de una sociedad patriarcal, misógina y sexista donde la mujer no tiene ningún valor en sí misma más que como objeto de uso sexual. Así, aunque suene feo, “uso” y ella, lamentablemente, no había aprendido a vivir de otra manera.
Comenzó a darse cuenta que José sería mucho más que un esclavo. Observaba como todo el mundo respetaba a José. Logró percibir antes que nadie lo que José sería. Entendió que estaba ante un individuo que no sería sólo esclavo y temió por ella, por su situación, por su dependencia de un funcionario y entendió, desde su cultura perversa, que si no seducía a José ella dejaría de ser. Lo vio como una oportunidad de sobrevivencia.
No hay justificación para lo que hizo, pero tiene una explicación. En vez de condenarla, tal vez, un poco de empatía nos permitiría entender el lugar de esclavitud moral y social en la que viven miles y miles de mujeres aplastadas por una realidad de la que no pueden escapar, aunque lo desean con toda su alma.
En estos años de trabajar por la equidad de género, he observado que muchos cristianos, tranquilos en el confort que les da su estilo de vida, suelen ser tremendamente críticos y juzgar de una manera implacable a las mujeres que supuestamente llevan una vida “fácil”, sin darse cuenta, que tienen todo menos facilidad, porque el infierno, nunca ha sido sencillo, todo lo contrario. La empatía nos abriría los ojos y la mente.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Ser mujer no es pecado
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