Distintos, no mejores

“Decíos la verdad unos a otros” (Efesios 4:25)
 

El concepto “igualdad” es una gran mentira, es una de esas “verdades” que nos repetimos a diario, pero que tenemos evidencia permanente de que no es cierta, es un engaño, creado en parte, por lo políticamente correcto. Varones y mujeres, evidentemente, no somos iguales, somos diferentes, lo que no nos hace ni mejores ni peores, sólo distintos.
 

Las mujeres no desean lo mismo en una relación que un varón, y si esto no se entiende, entonces estaremos dando palos de ciego durante mucho tiempo, especialmente, si seguimos con la cantinela absurda de la igualdad de género.
 

No creo en la igualdad, creo en la equidad que es algo diferente. La igualdad supondría clones, lo que ya de por si es imposible. La equidad entiende que todos los seres humanos poseemos derechos y deberes, y que debemos obrar en concordancia.
 

Cuando una mujer piensa en la sexualidad lo hace desde el afecto, y también lo físico, pero no como un elemento primordial o único. 

Cuando el varón piensa en la sexualidad lo hace desde lo físico, pero sin desconocer o trivializar lo afectivo, son dos miradas distintas que necesitan complementarse.
 

Cuando el varón piensa en las relaciones interpersonales lo vive a partir de lo pragmático, entendiendo que un vínculo es mejor o peor para vivir. Cuando la mujer siente el vínculo interpersonal lo hace a partir de la emoción que le evoca, del efecto afectivo que tiene sobre ella, cuestión a la que también llegan los varones, pero no en primera instancia.
 

Cuando la mujer piensa la maternidad lo hace a partir del desgarro y del dolor, no sólo porque así experimentó al hijo, sino porque de un modo u otro lo siente como parte de ella, no sólo físicamente, porque lo ha sido, sino porque construye su mundo. Cuando el varón piensa al hijo lo hace desde la proyección, de la implicación de tener el ADN enlazado a la vida y estar en la riada de la existencia, experimenta el dolor, el mismo de la madre, en el desgarro de la partida, en la pulsión de la partida, y en ese momento, logra entender un poco lo que la mujer ha experimentado siempre.
 

No somos iguales, somos diferentes. Pero dicha diferencia no es peor ni mejor, simplemente explica que somos varones y mujeres, punto.

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Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez.
Del libro inédito: LAZOS DE AMOR

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