Una historia que se repite

“Tiempo para amar” (Eclesiastés 3:8)
 

Mis padres se conocieron apenas unos meses y decidieron casarse. 
Mi madre estaba de vacaciones en Argentina y mi padre vivía allí. Buenas personas. Mi madre, huérfana de padre, se había criado con mi abuela quien nunca volvió a casarse y estuvo toda la vida con ella. Mi padre, se había criado sólo, porque a los 12 años de edad había huído de su casa, y desde esa edad había deambulado sólo y terminó viviendo en tierras de gauchos. Se conocieron, se enamoraron, se casaron, se divorciaron, y luego de 29 años volvieron a estar juntos. Sintetizado así parece una buena historia, visto desde cerca, no lo es. Soy su hijo, los amo a los dos, pero ellos, como tantas otras parejas, no deberían haberse casado nunca, al menos, no entre ellos.
 

Es difícil entender que algunas parejas están condicionadas para fracasar porque no tienen las herramientas adecuadas para vivir en pareja, al menos, no entre ellos. Mi madre sin una figura paterna sana, se aferró a mi padre como si fuera el único hombre de la tierra, eso le costó mucho dolor, sufrimiento y por ende, lo mismo para sus hijos.
 

Mi padre, sin un hogar adecuado, con muchos problemas en su familia de origen, criado sólo, con muchos temores y conflictos personales, estaba condenado al fracaso al estar con mi madre que tenía tantas falencias afectivas como él. Dos buenas personas, de buenos sentimientos, pero ambos, con dificultades de origen.
 

Si mi madre hubiera conocido a un hombre sin la historia infantil y juvenil de mi padre, probablemente, otra habría sido la historia. Si mi padre, se hubiera casado con una persona sin las inseguridades de mi madre y sus falencias afectivas, probablemente habría construido un hogar diferente. Eso lo sé ahora, como profesional en orientación matrimonial, no lo entendía antes, y me resultaba confuso pensar como dos personas con tantas dificultades de origen podrían haberse casado. Ahora sé que es un historia que se repite. Ninguno de los dos aprendió a interactuar de manera sana con alguien sin falencias afectivas.
 

Se comprendieron porque tenían orígenes similares. Porque ambos se sentían solos. Pero, eso no es suficiente. Es preciso que exista equilibrio, y su relación nunca lo fue, porque sus problemas personales, no les ayudaba para ser ayuda uno de otro, y la historia se sigue repitiendo una y otra vez con cientos de parejas que parecen no entender.
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Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez.
Del libro inédito: LAZOS DE AMOR

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