“Si alguien habla, sean sus palabras como palabras de Dios” (1 Pedro 4:11)
El odio no es nuevo, ha existido siempre, lo que resulta desconcertante en el mundo contemporáneo es que el acceso a los medios de difusión masivos como las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram, y otros), y los medios de mensajería instantánea (Whatsapp, Messenger, Telegram, y otros), hacen posible que un insulto se masifique de tal forma que adquiera ribetes impensables hace algunos años.
El grave error es suponer que por el derecho a expresión podemos decir lo que queramos, y nuestras palabras son inocuas y neutras, lo que constituye un gravísimo problema, porque tal como lo han demostrado los cientos de suicidios, asesinatos de odio y ataques por incitación a la violencia, las palabras, son todo, menos neutras.
Sorprende observa la forma en que muchos cristianos utilizan las redes sociales, y los justificativos absurdos que utilizan para su incitación al odio y la forma de desacreditar a quienes tienen visiones de mundo diferente a la de ellos.
Hace tan sólo algunas décadas, la mayoría de los grupos cristianos no católicos no tenían derecho a expresar públicamente sus creencias. Eran perseguidos de hecho y judicialmente, cuando se atrevían a opinar sobre su fe. Muchos cristianos evangélicos dieron su vida y ocuparon cientos de horas en la defensa del derecho a la expresión y la conciencia individual.
Lo extraño es que ese derecho se ha convertido en un pase libre para insultar, denostar, humillar, incitar al odio, injuriar, maltratar y usar la palabra de todas las formas posibles para hacer todo lo contrario de lo que enseña Pedro, que nuestras palabras sean “como palabras de Dios”. Esa es una paradoja monstruosa.
“La libertad de expresión no es un pase de libre circulación por encima de la dignidad de las personas” (Jaime Robleto)
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez.
Del libro inédito: REFLEXIONES AL AMANECER
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