Palabras que dañan o sanan



“No digáis palabras groseras, sino solo palabras buenas y oportunas que ayuden a crecer y traigan bendición a quienes las escuchen” (Efesios 4:29 DHH2002)

Existe un mito y creer que el mundo virtual no tiene efecto en la vida real. Lo cierto es que todo lo que se escribe en las redes sociales tiene un impacto que muchas veces no es medido ni reflexionado, porque en el fondo, las personas no tienen la más mínima idea de lo que significa una palabra, hasta que tienen que padecer por una de ellas, o sanar, por expresiones de empatía o apoyo.

Recuerdo un momento en la película Carros de fuego, que narra la historia verídica del atleta y misionero cristiano Eric Liddell, quien se negó a correr en las Olimpiadas de París en 1924, porque su carrera se realizaba en domingo. Finalmente, corrió en otra especialidad, y ganó en los 400 metros planos. Antes de comenzar, otros de los atletas, en este caso de EE.UU. le pasa un pequeño papel con las palabras de 1 Samuel 2:30: “Yo honraré a los que me honran”. El resto es historia, corriendo en una carrera para la que no estaba preparado obtuvo un record olímpico y se quedó con la medalla de oro. Las palabras tienen poder.

Cuando se entiende correctamente el poder de las palabras, entonces, se puede comprender el consejo inspirado de Pablo: “No digáis palabras groseras, sino solo palabras buenas y oportunas que ayuden a crecer y traigan bendición a quienes las escuchen” (Efesios 4:29 DHH2002). Lamentablemente, ese versículo no está en la Biblia que usan muchos de los “defensores” de la doctrina correcta o los que osadamente hablan a nombre de Dios, como si la divinidad no tuviera el poder de pronunciarse por sí mismo.

“El poder de las palabras conmueve, emociona, valora, da confianza. En definitiva, une. Pero también están los tuits o los post que hieren, irritan, ofenden, denigran y que, por tanto, nos separan” (Jaime Robleto)



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: REFLEXIONES AL AMANECER


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