“No lloréis al muerto, ni tengáis compasión de él; llorad amargamente por el que se va; porque no volverá jamás, ni verá la tierra donde nació” (Jeremías 22:10)
Odontuya Davaasuren es una médica que viven en Mongolia. Hasta el año 2000, en su país, no existía ningún sistema paliativo para tratar con pacientes terminales. A menudo, las familias se hacían cargo de sus enfermos que morían muertes lentas y sumamente dolorosas, porque a nadie le interesaba darle medicamentos para palear el dolor. Hasta que llegó Odontuya que cambió las cosas y comenzó un proceso de sensibilización para hacerles entender que ayudar a las personas a morir con dignidad y con el menos dolor posible es un acto de compasión necesario.
Pese a la oposición de mucha gente de su país que veía como un gasto innecesario invertir recursos en medicamentos y cuidados para enfermos terminales ella siguió adelante con el lema:
– Una buena muerte... una buena vida antes de morir es un derecho humano.
En una entrevista con la BBC contó que al comienzo muchos de sus pacientes que sufrían dolores indecibles por causa de sus dolencias le rogaban que los matara, para de esa forma, sentir alivio.
Luego de años de lucha, muchos comienzan a tomar conciencia de que se es ser humano hasta el último instante, y eso implica, ocuparse de la vida de quienes padecen de una manera activa y compasiva.
La compasión, aún cuando es un sentimiento y un valor que pueden tener tanto varones como mujeres es más común encontrarlo en damas, probablemente, porque al ser madres o estar más conscientes del dolor empatizan más con la situación de quienes sufren.
Si varones y mujeres aprendieran a complementar sus fortalezas y debilidades, entonces, todos podrían salir ganando. Los colegas varones de Odontuya eran los más renuentes a ayudar a pacientes terminales, porque visto desde el punto de vista estrictamente pragmático aparecía como un gasto inútil, sin embargo, cuando entendieron la visión de la doctora Odontuya, entonces cambiaron de actitud. Así es siempre.
Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez.
Del libro inédito: SER MUJER NO ES PECADO
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