La biología condenatoria



“Tomad mujeres y engendrad hijos e hijas” (Jeremías 29:6)


En la historia vergonzosa del trato vejatorio que se ha dado a la mujer a través de todos los tiempos, durante la Ilustración pareció haber un poco de luz al final del túnel.

Renato Descartes, el filósofo francés, fue el primero en dar algunas directrices que podrían haber prosperado en una perspectiva diferente. Él sostenía que el cerebro no tiene sexo, y sostuvo como también lo hicieron otros filósofos ilustrados, que a la luz de la razón discriminar a la mujer era un prejuicio arbitrario y sin lógica.

Sin embargo, de la teoría a la práctica no hubo ningún trecho caminado. Los ilustrados guardaban bajo la manga una idea que mantuvo las cosas igual que siempre. Enseñaron, a partir de una cosmovisión biologicista, mantener los mismos prejuicios hacia la mujer, pero con términos más sofisticados.

Lo que hicieron de manera magistral y con lenguaje teórico y falaz, enseñar la naturalización de los sexos. Se considero “natural”, y por lo tanto, perfectamente en orden a lo establecido, la superioridad del varón, que estaba, según sus planteos, mejor dotado para las ciencias más elevadas y para la política. Por lo tanto, se le atribuyó a la mujer tareas más acordes con su disposición biológica inferior, lo que no la hacía apta para otras tareas. La biología estuvo al servicio del estereotipo.

Muchas mujeres ilustradas se opusieron a este planteo y defendieron la razón igualitaria entre varones y mujeres, y la emancipación que se les presentaba con la Ilustración, pero lamentablemente, no tuvieron un gran efecto ni en sus coetáneos ni tampoco en el futuro inmediato.

Muchos cristianos que consideran que sus planteos son bíblicos, en realidad, lo que hacen es defender conceptos como la naturalización de los roles a partir de una cosmovisión biologicista y sin dar pie a ninguna otra posibilidad, y para ello, recurren a versículos bíblicos aislados para justificar sus preconceptos, vieja táctica que nunca ha cambiado, sólo se ha refinado más y se ha hecho, aparentemente, “más docta”, pero no así, menos prejuiciosa y sexista. Es otra mona con distinto vestido.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: SER MUJER NO ES PECADO


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