Injusticia por ser mujer



“No sea ella como el aborto que, al salir del seno de su madre, tiene ya su carne medio consumida” (Números 12:12)

Apenas tiene 19 años, es poco más que una niña. Se llama Evelyn Hernández, vivía en un pequeño pueblo de El Salvador, donde fue violada y producto de esa agresión quedó embarazada. No dio aviso a la policía porque su agresor amenazó con asesinar a su madre. A los ocho meses tuvo un aborto espontáneo, sin embargo, la policía contaminó la escena del hecho que ocurrió al interior del baño de su casa. Una corte la acaba de condenar a treinta años de cárcel. Su pecado: Nacer mujer, ser pobre y además, estar en un país que sistemáticamente castiga a las mujeres por cuestiones relativas a género. De hecho, en El Salvador no es aceptable ni siquiera el aborto terapeútico ni para salvar la vida de la madre.

He enseñado ética por más de dos décadas y más de una vez me he planteado el tema llegando a la conclusión de que hay una zona gris en la que no tenemos derecho a opinar, no si no estamos en la posición de la persona que se ve enfrentada al hecho de embarazos forzados producto de violaciones. Es muy fácil opinar desde afuera, y mucho más si se es varón y nunca se tendrá que estar ante la disyuntiva ética de decidir sobre la vida de alguien, incluyendo la vida propia.

Lo interesante del asunto, que muchos supuestamente estudiosos de la Biblia no dicen nunca, es que en las Escrituras se menciona el aborto en una buena cantidad de ocasiones, pero no hay ninguna referencia o condena a la mujer por tal situación. Pragmáticos como eran los Israelitas, la única mención negativa es cuando alguien por un altercado o por violencia agrede a una mujer embarazada y producto de dicha agresión provoca un aborto, en ese caso, se preveen sanciones, pero, también son complejas y sexistas. Si el niño en gestación muere, entonces, el agresor debe pagar dinero al padre de la criatura (como si fuera una cosa); si la madre muere, en ese caso se aplica la ley del Talión y el agresor muere (Éxodo 21:22-23). No puedo creer que tras esas leyes esté Dios, sino la cultura imperante que atribuía a la divinidad sus propias concepciones, en ese sentido, los Israelitas estaban peor que las leyes de El Salvador.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: SER MUJER NO ES PECADO


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