Amar sin esfuerzo



“Que el Señor los lleve a amar como Dios ama” (2 Tesalonisenses 3:5).

La mayor parte de las personas cree que puede ser feliz teniendo determinadas cosas y si éstas no están, simplemente, serán infelices. En ese paquete incluyen dinero, poder, éxito, aceptación, fama, amor, amistad, incluso espiritualidad y Dios. El problema es que ese enfoque nos hace apegarnos a algo externo. En ese contexto hacemos esfuerzos denodados para conseguir lo que será nuestro camino a la felicidad. Desarrollamos una dependencia emocional de algo externo que debería hacernos felices. Casi todos los enfoques publicitarios, religiosos y sociales van por esa vía de pensamiento.

El problema es que por la vía de la satisfacción de esa necesidad que nos va a llevar al mundo feliz, vamos perdiendo energías para vivir, nos vamos agotando y perdiéndonos para disfrutar plenamente de la vida. Lo único que se consigue con esa ansiedad por intentar tener lo que nos dará la felicidad es una vida de amargura, frustración y preocupación ansiosa por la sensación de no haberlo logrado, retroalimentada precisamente por la certeza de aún no haber llegado.

El problema mayor es que cuando por ventura logramos alguna de esas cosas que creemos nos darán felicidad experimentamos un momento de jolgorio y luego deviene un temor irracional a perder lo que hemos logrado, y el ciclo de ansiedad vuelve a comenzar. Tememos que en cualquier momento eso que con tanto esfuerzo hemos logrado se esfume y tengamos que volver a empezar.

Cuesta entender que la única manera de ser plenamente dichoso es dejar de anhelar ser feliz con cosas externas, liberarnos de ataduras y simplemente, concentrarnos en lo que realmente nos hace plenos.

Lo que nos ata nos hace esclavos. No disfrutamos ni el presente ni la vida, porque estamos condicionados a creer que sin aquellas cosas no podemos ser felices. Eso incluye aspectos tan importantes como la espiritualidad entendida como la fórmula religiosa de creer que son los factores externos a nosotros los que nos darán la felicidad, o incluso Dios, que tendría el deber de hacernos felices.

El apego a otro ser humano, haciendo depender nuestra felicidad de lo que él o ella haga, produce esclavitud, pero no da libertad, no nos permite amar verdaderamente y el resultado es desdicha.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez 
Del libro inédito: Lazos de amor

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