Pensar la propia historia



“Ustedes, los que montan asnas blancas y se sientan sobre tapices, y ustedes, los que andan por el camino, ¡pónganse a pensar!” (Jueces 5:10)

Una frase de Boris Cyrulnik me ha dejado enfrascado en mis pensamientos: “trabajar en la historia que constituye nuestra identidad” (Cyrulnik, 2012: 88). ¿Qué es eso? Es pensarnos a nosotros mismos no a partir de los estereotipos ni las nociones que otros han tegido en torno a nosotros, sino desde la experiencia vital que hemos vivido. Cada individuo ha construido un sentido único para su vida, construir un relato coherente de lo que ha vivido puede significar un antes y un después en su existencia.

Nací en Salta, Argentina, pero no tengo ninguna vinculación emocional con ese lugar, salvo saber lo que mi madre me cuenta de lo que fueron mis primeros cuatro años de vida en la localidad de Campo Quijano, que conocí hace poco, pero que no tuvo más impacto que las historias que escuché de mi madre mientras crecía.

Me crié en Iquique, una ciudad llena de sol, de playa y de casas de madera roídas por la sal marina. Por un lado los cerros del desierto y por otro lado el mar. Para irse había que tomar un barco o ascender la cuesta que nos llevaba al desierto para desde allí construir una historia en otro lugar. Opté por esta segunda opción, pero, no puedo dejar de pensar que mis raíces están allí, en esas calles oscurecidas por el polvo y el smog, pero que sienten a diario el repicar constante de las olas, que se escuchan pese al bullicio de la calle.

Lo que somos, lo que hemos llegado a ser, lo que hemos construido, las relaciones que hemos formado, todo, está allí, en el arenero, en las calles de la niñez, en las luces y sombras de la infancia ida. De muchas formas, esa primera andadura por la existencia marca lo que seremos en el transcurso del camino. He recorrido medio mundo, conozco miles de playas, pero siempre vuelvo a Cavancha y a sus aguas oscuras y esas arenas negras, que de alguna forma conforman mi identidad.

A todos los seres humanos les pasa lo mismo. Las explicaciones que identifican su identidad, están en esa historia que hemos confeccionado a partir de los inicios, de la infancia, de los vínculos que nos constituyeron, de las personas que conformaron nuestro mundo. No nos determinaron, porque eso sería esclavitud afectiva, pero, de un modo u otro, condicionaron lo que seríamos. Entenderlo, puede ayudarnos a explicar, entre otras cosas, porque elegimos amar a una persona y no a otra.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez 
Del libro inédito: Lazos de amor

#MiguelÁngelNúñez #Meditacióndiaria #Devocional
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