Placer por placer



“Graciosa cierva, amable gacela! Encuentra el placer entre sus pechos en cualquier momento, y permanece siempre prendado de su amor!” (Proverbios 5:19)

El placer es bueno. Es lamentable que buena parte de occidente lo rechace, especialmente, mentes cristianas que están afectadas, o infectadas, por una idea que ha marcado nuestra cultura, el rechazo a lo corporal, como si la carne en sí misma fuera un pecado.

Sentir es parte de nuestra esencia. Lo sensual nos configura. Hace que seamos mucho más que amebas. La sensualidad nos convierte en viajeros de un espacio lleno de estímulos que nos invitan a la vida y la alegría. Negarlo, es amputar una parte importante de nuestra vida.

Pero, como todo, tiene un límite, como dice Cyrulnik: “Una vida consagrada al placer nos hace caer en la desesperación tan inexorablemente como una vida sin placer” (Cyrulnik, 2012: 33). Esa es la respuesta por qué tanta gente que tiene todos los medios económicos para darse todos los placeres, a menudo, son desgraciados y huyen mediante el alcohol y las drogas, en parte, porque no han sido equilibrados, o porque sencillamente no entendieron que el límite es necesario.

El gran problema es la negación. Esa sensación fea y pesada de que el placer en sí mismo es un pecado. Que los hombres y mujeres de bien “sufren”, en este mundo de dolor. Uff, ese mensaje tétrico predicado desde púlpitos y vivido por millones de personas, no es más que un cuento macábro contado por alguien que ha propósito anuló su cerebro.

El placer es bueno.

Una persona que goza del placer, aprende a vivir. Todo lo que signifique alguna gratificación sensual es un regalo del cielo y no vivirlo es una negación de algo que ha sido entregado por el creador del universo, como un obsequio especial a sus hijos.

Cuando alguien niega el placer sexual, por ejemplo, uno de los grandes placeres de la vida, se convierte en un reprimido que traslada su frustración existencial a otros aspectos de su vida. Una persona que sabe lo que es el amor y que se goza con tocar y ser tocado, que entiende que hay mensajes que sólo se transmiten en la piel, comprende un aspecto de la existencia que le está vedado a otros seres, pero que los humanos podemos gozar, si queremos, a destajo.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez 
Del libro inédito: Lazos de amor

#MiguelÁngelNúñez #Meditacióndiaria #Devocional
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