Hombres violentos



“Guárdame de hombres violentos” (Salmo 140:1b)


Pareciera que la violencia fuera parte de la naturaleza humana. A través de toda la historia, es lo que más ha primado en toda época y lugar. No existe lugar de este mundo nuestro que no esté teñido de sangre y donde no retumben los gritos de dolor y sacrificio. Los hombres violentos parecieran llevar la delantera y salirse con la suya.

En nuestro mundo abunda el terrorismo, los asesinatos, los individuos inescrupulosos que ante cualquier provocación honesta o deshonesta agreden a su prójimo. Personas que creen que tienen derecho a maltratar simplemente, porque pueden. Individuos que no dudan en utilizar palabras, manos y objetos para agredir a otros. El grito de súplica del salmista tiene sentido, rogar a Dios que lo guarde de hombres violentos, es simplemente, la constatación de que no es posible evadir la violencia que hay a nuestro alrededor.

Aunque finjamos que no pasa nada, siempre hay alguien que está sufriendo a manos de alguien que cree que tiene derecho a hacerlo.

No ha existido en ningún momento en la historia humana un momento donde alguien no haya agredido a alguien. Caín es reproducido miles de veces cada segundo en algún lugar de nuestra tierra.

Frente a este cuadro, ¿qué hacer? Algunos, por temor se ponen de parte de los violentos para sentirse protegidos o por la ilusión de que si están de lado de ellos estarán a salvo de su violencia. Es lo que ocurre en momentos de dictaduras y gobiernos de facto, donde muchos terminan convertidos o en violentos o en personas que avalan la violencia.

Otros, para enfrentar la violencia recurren al mismo ardid. Creen que violencia con violencia se refrena, cuando no es más que entrar en una escalada de nunca acabar. Es lo que atestiguan naciones que llevan siglos de reyertas nunca acabadas simplemente, porque nadie se atreve a decir ¡basta!

Están los que finalmente no están dispuestos a vivir ni del lado de la violencia ni frente a ella, sino que procuran, en todo lo posible, vivir de tal modo que sus vidas sean pacíficas, llevando paz en dondequiera vayan, aún cuando sean esfuerzos aparentemente insignificantes, porque saben que tarde o temprano, dan frutos.



Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez 
Del libro inédito: Salmos de vida

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