Una súplica



“Escucha, Señor, mi oración; atiende a mi súplica” (Salmo 143:1a)

Las palabras iniciales de este Salmo son confusas. ¿Será que Dios no escucha una oración o una súplica? Si la respuesta es no, entonces estaríamos ante un Dios limitado en su poder. Si la respuesta es si, entonces, supondría un Dios caprichoso que a veces escucha y otras no. ¿Cómo salvamos esta situación que parece una aporía filosófica?

Una de las cuestiones más básicas que hay que entender cuando se lee la Escritura es que la Biblia fue escrita por seres humanos. Eso tan simple, es a menudo olvidado y tratan las expresiones bíblicas como si fueran autoría de Dios o dictadas por un ser superior, pero no es ni lo uno ni lo otro. Los seres humanos fueron inspirados, pero se expresaron en sus palabras limitadas y finitas, y dentro del contexto de una cultura. Obviar eso es asignarle a la Biblia un rol que no tiene y convertir muchos textos de la Escritura en un quebradero de cabeza, especialmente para quien lee con inteligencia y no con mero dogma irracional.

El versículo es una expresión de deseo de alguien que padece una gran necesidad. Desde esa perspectiva, lo único que hace es expresar su anhelo de que la divinidad lo atienda. Dios, por supuesto lo hará, y nunca dejará de escuchar una oración y una súplica. No está en la naturaleza divina negarse a escuchar, si lo estuviera, dejaría de ser Dios, al menos, el que presenta la Biblia, lleno de amor y bondad.

La seguridad que tenemos que tener siempre es que no existe sola oración que Dios no escuche. Cada vez que nos atrevemos a plantearle algo a Dios él lo toma absolutamente en serio, porque sabe que no existe otra opción más que amar y ser misericordioso.

Dios no es justiciero ni busca la venganza. Al contrario, con Jesús y la encarnación dio muestras suficientes de que lo que lo motiva es nada menos que el amor incondicional por todo aquel que decide creer y también, por aquellos que lo rechazan, porque finalmente Dios no deja de escuchar a nadie. Sólo suponerlo es una herejía que nos tiene a los seres humanos en episodios de dudas que nunca deberían existir. Un Dios de amor, como un padre solícito y amante, nunca deja una oración sin escuchar y contestar. Esa es nuestra seguridad.



Copyrigh: Dr. Miguel Ángel Núñez. 
Del libro inédito: SALMOS DE VIDA 

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