Contra viento y marea



“No me envió Cristo a bautizar, sino a predicar el evangelio; no con sabiduría de palabras, para que no se haga vana la cruz de Cristo” (1 Corintios 1:17)



Michal Belina Czechowski (1818– 1876)

La mala memoria colectiva lleva a olvidar a personajes importantes que dejan huella y marcas senderos para que otros transiten. Oficialmente el primer misionero de la iglesia adventista fue J. N. Andrews (1829-1883), pero eso no es exacto. El primer misionero que la iglesia adventista tuvo a nivel mundial fue Michal Belina Czechowski (1818–1876), un ex-sacerdote católico polaco que se había convertido al adventismo, y luego de su conversión, pidió apoyo para regresar a Europa a comunicar la verdad que había conocido. Sin embargo, muchos no quisieron apoyarlo, de hecho, consideraban que era un esfuerzo inútil, porque no veían la necesidad de la labor misionera.

Czechowski solicitó entonces ayuda a una organización que creía en el mensaje adventista, pero guardaba el domingo. Al llegar a Europa en 1864, no enseñó aquello por lo cual había sido patrocinado, sino que se dedicó a predicar el mensaje adventista ganando seguidores en Suiza, Hungría, Italia y Rumania.

En 1863 había poco más de 3000 adventistas que se concentraban sobre todo en Michigan, en EE.UU. para la mayoría el “predicar a todo el mundo”, se cumplía en norteamérica al predicarles a los inmigrantes que procedían de casi todo el mundo. Czechowski estaba en desacuerdo con esta idea por esa razón emprendió este trabajo en solitario.

Los seguidores de Czechowski se sintieron sorprendidos al saber que no eran los únicos adventistas en el mundo y los que estaban en EE.UU. se sintieron avergonzados de saber que en Europa había adventistas, mientras ellos discutían. En 1869 una persona de Suiza fue invitado a EE.UU. para aprender más del adventismo, pasó un año y luego regresó convertido en ministro ordenado.

Czechowski continuó su labor en Rumania, país donde murió finalmente. Pocos saben que el inicio de las misiones se debió a alguien tenaz y porfiado, señal de que la terquedad en algunas cosas no siempre es mala.

¿Estás ocupado en dar a conocer el evangelio a otros aún a riesgo de tu comodidad personal?


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez

Del libro inédito: Héroes y heroínas de verdad

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