La imaginación del legalismo



“No destruyas, por causa de la comida, al hermano por quien Cristo murió” (Romanos 14:15)

Los fariseos de tiempos de Cristo habían inventado cientos de normas para ser un “buen judío”. Todo estaba pensado hasta el detalle más nimio. La vida de un judío creyente era vivir en relación a normas y preceptos que eran inventos para “ganarse” el favor del cielo.

Muchos de estos judíos se convirtieron al cristianismo y no podían entender que la salvación fuera tan fácil. No comprendían que aún el más mínimo esfuerzo humano puede servir para estar a cuentas con Dios porque el problema del pecado no es la acción individual de cada persona sino la condición pecaminosa esencial que cada ser humano ha heredado.

En tiempos de Pablo el problema esta circunscrito a la comida y hábitos heredados del judaísmo como la circuncición o la observancia de las fiestas religiosas, que incluía una serie interminable de normas para la observancia del sábado, por ejemplo.

Posteriormente, como la imaginación legalista es fértil, se han centrado en normas sobre el vestir (especialmente en las mujeres), hábitos alimenticios, entretenimiento, uso de joyas, el cabello, o relaciones sexuales en días sagrados. La lista es interminable, siempre alguien surge con una norma más para hacer más complicada la vida de quienes optan por seguir la normativa legalista.

El legalismo pone a quienes hacen de la norma el principio de fe y la condición de salvación en un camino de frustración, porque quienes son honestos saben que por esa vía no se puede.

“La tendencia casi inevitable del legalismo sigue siendo el riesgo lógico –o sociológico– de todo sistema religioso que concede un valor privilegiado a cualquier ley en la economía de la salvación, ya que toda observancia distintiva tiende a tomar valor meritorio en la práctica” (Roberto Badenas, 2007:362).


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer


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