Legalismo tóxico



“Por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de Él” (Romanos 3:20)

La Biblia tiene algunos conceptos que son de una claridad meridiana, pero sin embargo, algunos simplemente no lo ven, entre ellos, los legalistas que consideran que son salvos mediante Cristo, y la obediencia de la ley. 

El problema es la conjunción Jesús y ley, porque hacen del sacrificio de Cristo algo incompleto e inacabado. Supuestamente, el sacrificio de Jesús sería insuficiente y el pecador debería probar que es “salvo” obediciendo la ley, lo que contradice directamente lo que expresa el apóstol Pablo.

Si el sacrificio de Cristo y la encarnación es insuficiente, entonces, todo lo realizado por Jesús carece de sentido. Por demás, si el ser humano puede ser “obediente” por sí mismo, entonces, ¿para qué la gracia y la acción de Dios?

Aún más, la expresión “gracia” que es sinónimo de regalo o gratuito perdería sentido. En ese caso, dejaría de ser un obsequio de parte de Dios y pasaría a ser lo que Pablo señala “deuda” (Romanos 4:4), lo que también implica un error de concepto.

Mervin Moore define el legalismo como “el esfuerzo, por pequeño que sea, de salvarnos por nuestras propias obras o de asumir que algo de lo que hacemos puede cambiar la actitud de Dios para con nosotros” (Moore, 1994:13). En otras palabras, el legalismo se centra en el ser humano y lo que es capaz de hacer, y no en la obra objetiva de Dios ofreciendo gracia y salvación al ser humano.

Cada vez que se pone énfasis en lo humano se termina rebajando la gracia y convirtiendo la figura de Cristo en sólo un actor secundario en la trama de la salvación.

“Cualquier organización religiosa que enseñe a sus miembros a respetar normas de conducta corre el riesgo de que alguno de sus miembros transforme esas normas en legalismo” (Mervin Moore)

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer


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