Legalismo y comunidad



“Pero, ¡ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cerráis el reino de los cielos delante de los hombres, pues ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que están entrando” (Mateo 23:13)

En su estupendo libro Más allá de la ley, el escritor español Roberto Badenas señala un hecho que a menudo se pasa por el alto y es que “el problema del legalismo se agudiza cuando la identidad comunitaria se siente amenazada y necesita afirmarse. Sean cuales fueren los planteamientos eclesiales de los dirigentes, la tendencia a recurrir a las normas como instrumento de poder o para jusrifiar posicioncs de fuerza, aparece cada vez que la unidad de la fe es cuestionada o cuando la autoridad es contestada. El legalismo eclesiástico suele apoyarse en el dogmatismo. Bajo pretexto de defender la ortodoxia se excluye todo lo que no venga de la autoridad reconocida. Esto refuerza a su vez el clericalismo o el sectarismo, según los casos. En ambas situaciones un grupo se atribuye el monopolio en la comprensión de la verdad” (Badenas 2000:315).

El problema es que estando en una comunidad cristiana muchas veces no se es capaz de observar esta situación y aquello que lo provoca.

El legalismo se basa en una presunción: El que el ser humano debe probar o demostrar que lo que Dios ha hecho es justo. No se es justificado como un acto soberano de Dios por gracia y bondad, sino que se llega a ser justo para que después de haber alcanzando dicho estatus sea justificado. Es un enfoque basado en el esfuerzo humano y que sin duda genera y degenera en orgullo y vanidad.

El paso siguiente, tal como lo devela Badenas, es el orgullo denominacional y tal como los fariseos antiguos, llamados los “puros” deviene en una perspectiva sectaria, nosotros y los otros.

“El legalismo revela falta de solidez o profundidad espiritual” (Roberto Badenas)

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer


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