¿Limpios?



“¿Quién puede afirmar: ‘Tengo puro el corazón; estoy limpio de pecado?’” (Proverbios 20:9)

La presunción religiosa de alguien supone más santidad que otro. Los “santos” creen que están por sobre otros, en su autoengaño creen que han alcanzado un grado superior.

La pregunta del versículo es retórica: “¿Quién puede afirmar que es puro de corazón y está limpio de pecado?”. La pregunta sugiere que el autor del Proverbio no sólo considera osado sino también extraño que alguien suponga que está en una posición de pureza y libertad del pecado que lo hace ser distinto a otros.

Los “santos” fariseos están destruyendo las iglesias. El enemigo de Dios no ha podido destruir el evangelio con persecusiones externas, pero si lo está logrando con los que se arrogan a sí mismos la tarea de ser conciencia de otros porque, supuestamente ellos están libres de pecado.

El fariseísmo aparte de ser un autoengaño es una condición mental enajenada. Quienes suponen que están libres de pecado o son personas con un grado de negación patológico o simplemente, hábiles engañadores que en privado saben perfectamente quiénes son y conocen sus debilidades personales.

Hace años terminé de predicar un sermón y a la salida alguien, muy solemne me dice: “Se equivoca pastor, yo dejé de pecar hace seis meses”.

Sólo atine a decirle: “Siento mucho decirle, pero acaba de cometer pecado eso se llama presunción, orgullo y vanidad”.

La negación de la propia condición lleva a los que se creen santos a convertirse en acusadores y verdugos de sus propios hermanos. No entienden la debilidad humana y no saben que al cielo no se llega por esfuerzo en portarse bien, sino por la constancia de permanecer unidos al Señor, el único que pudo.

“No tenemos derecho a legislar las conciencias de los cristianos cuando Dios las ha dejado libres” (R. C. Sproul).


Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer


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