Manos limpias y corazón puro



“Sólo el de manos limpias y corazón puro” (Salmo 24:4)

Evidentemente el texto no está hablando de lavar las manos ni de tener un corazón libre de enfermedad. Es una analogía y está vinculada con estar en la presencia de Dios. El que habita en el santuario es quien tiene limpias sus manos y su mente pura. ¿Qué significa esto? ¿No es acaso una utopía? ¿Quién puede cumplirlo?

La respuesta a estas preguntas dependerá de a quién le preguntas. Si la respuesta la da un legalista, entonces, hará recaer todo el trabajo en tu voluntad y esfuerzo. Te dirá, por ejemplo, “tienes que esforzarte para estar a la altura de lo que Dios pide”, o dirá “Dios te justificará cuando ya seas justo”, en otras palabras, Dios recibe sólo a buenos y justos, todos los demás están condenados.

El problema de esta respuesta es que si de verdad fuera cierta entonces, todo el sacrificio de Cristo y la providencia del Espíritu Santo estarían demás. ¿Para qué serviría Cristo y el Espíritu Santo si al final todo depende de mi esfuerzo? Esta visión particularmente legalista, a lo único que lleva es la frustración, porque tarde o temprano se cae en la cuenta que como hijos de la humanidad, contaminada y pecadora, nunca podremos tener las manos limpias y la mente pura.

Otra perspectiva es admitir que los seres humanos no somos justos y que nunca tendremos las manos limpias y la mente pura, a menos que decidamos entregar nuestras vidas de manera incondicional a Dios. Una vez que nos entregamos, Dios comienza un trabajo en cada uno de sus hijos para que sean transformados y renovados por su gracia, sólo y exclusivamente por su amor. Como dice Jesús: “Sin mi nada podéis hacer” (Juan 15:5), y es ese “nada” que se resisten a aceptar los legalistas que insisten en que deben hacer algo.

Mantenerse en la gracia no es una cuestión pasiva, sino activa. Es estar continuamente aferrados a su amor mediante el estudio de la Palabra, de la oración, la adoración y el testimonio. Aprendiendo cada día de las fortalezas de Dios que fortalecen nuestro carácter y nos dan fuerzas para seguir en este camino.

Quienes se atreven a creer son limpiados por el agua purificadora de Dios y sus mentes transformadas por su amor.


“El evangelio no es sólo una puerta por la que pasamos una vez, sino un camino por el que debemos andar cada día de nuestras vidas” (Jerry Cross)

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez
Del libro inédito: Reflexiones al amanecer


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