Discípulo en la clandestinidad


“Después de todo esto, José de Arimatea, que era discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos, rogó a Pilato que le permitiese llevarse el cuerpo de Jesús; y Pilato se lo concedió. Entonces vino, y se llevó el cuerpo de Jesús” (Juan 19:38)
Las tradiciones no suelen transmitir una idea correcta de algunos personajes bíblicos ni de las situaciones que vivieron. Una de esas personas es José de Arimatea. No se sabe nada de él hasta el momento de la muerte de Jesús. En ese momento, y poniendo en riesgo su prestigio e incluso su vida, se declara seguidor de Cristo y solicita el cuerpo de Cristo a los romanos.

Era una costumbre entre los romanos, que cuando alguien era asesinado mediante la crucifixión, su cuerpo fuera entregado a bestias salvajes para que lo despedazaran, los restos que quedaban finamente eran quemados y las cenizas esparcidas, como una forma de mostrar lo implacable que podían ser frente a situaciones que no eran tolerables por el mundo romano. Sin embargo, si alguien de mucha influencia o un rico, solicitaban el cuerpo o lo compraban, las autoridades romanas hacían una excepción. Por esa razón, en ese momento crucial aparece José de Arimatea. Si hubiera ido alguno de los discípulos de Jesús simplemente no lo hubieran tomado en serio.

Según una vieja tradición José de Arimatea, sería hermano mayor de Joaquín, el padre de María, madre de Jesús. Sin embargo, no hay muchas fuentes para corrobar dicha tradición. Lo que si sabemos es que se convirtió en discípulo de Cristo en secreto y no se mostró como tal sino hasta el final cuando era necesario su presencia. También, la leyenda señala que tras la resurrección fue encarcelado por los judíos que lo acusaron de haber robado el cuerpo de Cristo, por ser el propietario de la tumba donde fue depositado el cuerpo de Jesús después de su muerte. Datos históricos señalan que se embarcó luego de su liberación y fue hasta las costas de Francia, acompañado por otros cristianos. Luego se habría instalado en las Islas Británicas donde propagó el cristianismo.

Cuando una persona conoce de verdad a Jesús no puede mantenerse permamentente en el anonimato. En algún momento tendrá que dar la cara y confesar que es cristiano y que ha hecho de Jesús el centro de su vida. Lo fue con José de Arimatea y con muchos más. Cristo no deja indiferente a nadie.

¿Conoces realmente a Jesús? ¿Estás dispuesto a vivir por Cristo?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Preguntar e indagar no es pecado


“Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (Juan 14:5)

Los prejuicios nacen y muy pocas veces se sabe cómo y por qué una idea se desarrolla de la forma en que lo hace. Lo cierto es que cuando un concepto se posesiona del conciente colectivo adquiere ribetes de verdad incuestionable. Algo similar a lo que ocurre con Tomás cuando se lo acusa de ser incrédulo y dudar.

He escuchado muchas veces suponer que Tomás era una especie de infiltrado en las filas de Jesús, que llevaba a los demás a no creer y a la perdición.

Recuerdo en mi época de estudiante de secundaria a una profesora que ante una pregunta que le hice me miró fijamente y con los ojos inyectados de ira me dijo:

—Hay preguntas que no deberían hacerse, eres como Tomás, siendo impertinente en hacer ese tipo de indagaciones.

Me quedé mudo, sin entender realmente lo que quería decir, pero enojado porque me parecía que mi pregunta era simplemente una cuestión honesta de alguien que quiere saber bien, antes de tomar una decisión.

En la Edad Media se vendió la idea de que Tomás era una especie de discípulo renegado y rebelde por dudar de lo que se decía de Jesús. Se usó su figura para oponerse a todo aquel que osara preguntar algo que incomodara a los que tenían el poder.

Sin embargo, la historia no es así. Lo que se muestra en el perfil de Tomás es que era una persona honesta que antes de tomar una decisión quería tener todas las evidencias. Es probable que al ser mellizo, tuvo que enfrentar situaciones en las que más de alguna vez tuvo que corroborar que él no era su hermano y eso lo hizo ser cauteloso a la hora de las evidencias.

Lo cierto es que Jesús lejos de criticarlo accede a su petición y cuando está frente a él lo invita a verificar las evidencias de que Él realmente era Jesús. Cuando Tomás estuvo convencido fue el primero de los discípulos en declarar a Cristo como Dios e inclinarse ante él en actitud de reverencia. Había aprendido a creer luego de las evidencias lo que no es un mal hábito.

¿Estás seguro que crees en base a evidencias y no por mera emoción?

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Participar de una farsa


“Sabía que le habían entregado a Jesús por envidia” (Mateo 27:17)

Es terrible cuando la conciencia ya no nos dice nada, cuando llega el momento en que nuestra concepción del bien y del mal está tan cauterizada que ya nada hace mella. Pilato representa al político profesional, aquel que aunque conciente de que actúa mal, sigue adelante por otros intereses. Pilato había llegado a la situación donde no importaba ni el bien ni el mal, lo único que estaba en su horizonte era mantener su cuota de poder a cómo de lugar.

Su propia esposa le envió un mensaje claro: “No te metas con ese justo, pues por causa de él, hoy he sufrido mucho en un sueño” (Mateo 27:19). Nada nos dice el texto sobre qué vio esta mujer en sueños, pero sucedió antes de que llevaran a Jesús ante el procurador romano. Así que definitivamente fue una advertencia de parte de Dios. Pero, aún sabiendo lo importante que eran los sueños para los romanos, Pilato siguió adelante con la farsa.

El texto bíblico es claro en decir que Pilato “sabía que le habían entregado a Jesús por envidia” (Mateo 27:17), es decir, a partir de esa convicción todo lo que hizo fue simplemente un acto político para congrasiarse con los judíos principales a quienes respetaba por el poder que tenía entre el pueblo, y porque no quería ningún acto que pudiera empañar su desempeño en esa zona.

Quienes tienen un poco de poder, procuran mantenerlo a toda costa, con el fin de perpetuarse en él. A veces lo único que reciben es reconocimiento, ni siquiera grandes ingresos económicos. Los procuradores romanos tenían una tarea que los vinculaba directamente con el emperador, y su función era mantener la paz en el lugar donde estaban. No llegaban a esos puestos por mérito sino por componendas políticas, muchas veces eran parientes de algún connotado individuo que hacía de intermediario para que le asignaran alguna tarea a un familiar en el imperio. No se sabe mucho de Pilato, pero es obvio que por mérito propio no estaba en aquel lugar.

El acto de lavarse las manos y declarar que Jesús era inocente, no es más que la acción de un hábil político que pretende salir librado de una situación en la que debería haber tomado partido. Por esa razón, nadie le pone a su hijo Pilato, porque ninguna persona quiere tener entre sus parientes a alguien que opte por intereses mezquinos, antes que por la verdad y la justicia.

¿Estás seguro que no actúas como Pilato, pensando en tu egoísmo antes que en la verdad y lo justo?

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Sé propicio a mí


“El publicano estando lejos no quería ni aun alzar los ojos al cielo, sino que hería su pecho, diciendo: Dios, sé propicio a mí, pecador” (Lucas 18:13)
Hay gente que me cae bien de sólo leer de ellas, el publicano de la parábola de Lucas 18 es uno de esos personajes que de verdad quisiera conocer, su honestidad y franqueza me resulta realmente atractiva.

Los publicanos o cobradores de impuestos eran gente de dinero, muchos de ellos habían comprado el derecho a cobrar los impuestos. Los romanos los consideraban unos sinvergüenzas necesarios para llenar sus arcas con el dinero que los publicanos recaudaban y sabían que debían hacer la vista gorda ante los abusos que ellos realizaban, porque de un modo u otro les garantizaban que tendrían recursos. Los judíos, por su parte, consideraban que los publicanos no tenían perdón de Dios porque no sólo eran considerados traidores, también sabían que eran ladrones y abusivos en los cobros que hacían.

Los fariseos, por otra parte, eran el contraste. Constituían una secta muy bien organizada, conformada por una elite que tenía que reunir ciertos requisitos estrictos, entre los cuales era ser guardadores de la ley y tener recursos económicos propios. Su forma tan fría de observar los mandamientos y vivir aferrados a la norma, los hacía ser despóticos y autoritarios a la hora de tratar con aquellos que no cumplían tal como ellos habían establecido.

El publicano de la historia estaba tan compungido por su realidad que no se atrevía a levantar el rostro. Los judíos oraban con los brazos levantados, los ojos abiertos y con el rostro en dirección a los cielos. Por eso, el acto de contricción del publicano era una muestra real de su arrepentimiento. Reconocía lo que era, sabía que estaba mal y que no había obrado bien.

El fariseo actuaba con tal orgullo y vanidad, que simplemente, cualquier otra forma de actuar estaba fuera de su pensamiento. Por eso Jesús con ironía dice que aquel hombre “oraba consigo mismo”, no con Dios.

El publicano fue justificado, porque el paso para poder recibir la bendición del perdón es entender y aceptar su condición. Cuando el publicano lo hizo, todo fue diferente, así como lo es con cualquier pecador.

¿Por qué es fundamental aceptar su propia condición para recibir perdón de Dios?

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El poder del prejuicio


"Y le dijo Natanael: ¿De Nazaret puede haber algo bueno?" (Juan 1:46)

El prejuicio es poderoso. Limita la reflexión e invalida la capacidad de razonar. Una mente anegada de prejuicios, simplemente, es tóxica, porque no puede quitar de si la barrera que surge en su mente para detener la inundación de ideas que se suscitan producto de los preconceptos que le impiden ver objetivamente la realidad. De hecho, el prejuicio, es simplemente, la subjetividad llevada a su máxima expresión.

Alguna vez el escritor inglés William Hazlitt (1778-1830) afirmó que “el prejuicio es el hijo de la ignorancia”, y tenía toda la razón no se puede sostener ni afirmar algo sin evidencia, a menos, que simplemente se sea ignorante. Pero, además, el prejuicio, es osado y arrogante porque afirma sin saber y sin detenerse a pensar si lo que sostiene es o no verdadero. Por eso que la reacción de Natanael suena tan absurda. Concluye, basado en prejuicios, que siento que Nazareth tiene tan mala fama es difícil que salga alguien bueno de allí. Su forma de pensar no es ni extraña ni única, porque miles de personas descalifican a otros simplemente por el lugar donde viven o por razones externas que nada tiene que ver con su realidad vital.

Natanael, a quien también en la Biblia se lo llama Bartolomé (hijo de Tolomei), se llamaba así en honor al profeta Natán. Eso significica que era cien por ciento hebreo, a diferencia de Felipe que es de ascendencia griega. Llegó a Jesús lleno de prejuicios pero se convirtió en un fiel seguidor de Cristo. La tradición señala que fue evangelista en Arabia y en Persia, y que fue en este último lugar donde murió como mártir de la fe cristiana.

La razón de sus prejuicios es que era de Caná de Galilea, un lugar muy cercano a Nazaret, y seguramente, había visto suficientes situaciones como para tener una actitud de rechazo a dicha ciudad, que en ese tiempo, era una población de paso y con muy mala fama.

La reacción de Felipe es inteligente, no comienza una discusión dialéctica para intentar convencer a su amigo, simplemente le dice: “Ven y verás”, en otras palabras, convéncente por ti mismo, y tal vez, es la mejor forma de enfrentar el prejuicio con evidencias reales, y con menos palabras.

¿Guías tu vida por evidencias o prejuicios?

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Simulador profesional


“Éste fue de noche a visitar a Jesús. —Rabí —le dijo—, sabemos que eres un maestro que ha venido de parte de Dios, porque nadie podría hacer las señales que tú haces si Dios no estuviera con él” (Juan 3:2)
El miedo es extraño y hace que la gente haga acciones poco razonables o que si lo pensaran mejor, probablemente, no lo harían. Nicodemo tenía miedo a perder el poder y su reputación. Era un hombre respetado por sus pares que se había ganado el prestigio de quien sabe lo que quiere y lo que busca. Era miembro del Sanedrín, y no se llegaba a ese puesto clave en el gobierno de Israel sin una gran cuota de suspicacia, astucia y juego político. En muchos sentidos era un experto en simulaciones, tal como lo tienen que ser todos aquellos que de alguna manera ostentan un poder político, en lo que sea, incluyendo el ámbito eclesial. No se puede nadar entre tiburones disfrazado de sardina.

Se acercó a Jesús como un experto lobbista, como aquel que se gana la vida haciendo relaciones públicas para buscar votos o ganar influencias, y lo hizo de noche, por temor a sus correligionarios. La respuesta de Jesús fue directa y sin diplomacia: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere otra vez, no puede ver el Reino de Dios” (Juan 3:3). Las palabras de Cristo, directas y al punto, descolocaron a Nicodemo. Se presentó como un político y el Maestro lo desarmó con una sola frase.

Jesús nunca entró en el juego de la política. Si hoy día Cristo viviera, lo más probable es que sería rechazado nuevamente, porque no encajaba en el contexto de simuladores, lobbistas y políticos profesionales, que habían hecho del discurso a medias, un arte. Usaban la adulación como un arma estratégica, lo mismo que hizo Nicodemo al acercarse a Jesús, pero el Maestro no estaba para bailes dialécticos propios de quienes aman tanto el poder, que están dispuestos a mentir con tal de ganar favores para sus posturas.

Nicodemo, que estaba luchando por creer, se sintió desnudo frente a Cristo. Demoró tres años en reaccionar, seguramente durante todo ese tiempo las palabras de Jesús quemaban en su mente, hasta que finalmente tomó la decisión de ponerse a favor de Cristo. La tradición dice que se bautizó, fue perseguido por los judíos, desposeído de su cargo y desterrado de Jerusalén.

¿Qué habrías hecho tú en el caso de tener el poder de Nicodemo?

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Perseverancia


“Y he aquí que una mujer cananea, que había salido de aquellos confines, gritaba diciéndole: ¡Señor, Hijo de David, ten compasión de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio” (Mateo 15:22)
El relato de la mujer cananea es extraño, no sólo por la respuesta que da Jesús, sino por la forma en que se produce el incidente. La mujer, que no era israelita, pero que estaba en ese momento en Israel, clama a Crito pidiendo por la salud de su hija. Jesús no dice nada y los discípulos le ruegan que la despida, porque ella insiste caminando y gritando detrás de ellos.

Luego la mujer se acerca a Jesús, se arrodilla y le dice: “¡Señor! ¡Ayúdame!”.

La respuesta de Jesús es: “—No está bien quitarles el pan a los hijos y echárselo a los perros”. Puede parecer que lo que Cristo responde es ofensivo, pero en ese tiempo, todo no israelita era llamado “perro”. La respuesta de la mujer es: “—Sí, Señor; pero hasta los perros comen las migajas que caen de la mesa de sus amos”.

En ese momento Jesús la alaba diciendo. “—¡Mujer, qué grande es tu fe!”. La despide y desde ese instante la hija de ella es curada.

¿Por qué Jesús la hace pasar por eso? No lo sabemos, pero, si es evidente en el texto que a Mateo que escribe el relato le impresionó la fe y la actitud de esa mujer que no dejó de clamar hasta que llamó la atención de Cristo.

No sabemos nada de ella después de ese incidente, no conocemos si se convirtió en discípula o seguidora, sólo la eternidad nos dirá algo.

Lo único que es evidente en el texto es que ella insistió a pesar del silencio de Jesús y de la actitud de los discípulos que querían que se fuera.

Cristo la clasifica como extraña al pacto de Dios con Israel. Era una mujer cananea, descendiente de alguno de los pueblos que ocupaban Canaán antes de la llegada de los israelitas. Pero, es evidente que ella confiaba en Jesús, de otro modo no habría insistido. Dios es compasivo y lo demostró en esta oportunidad. El pueblo de Israel rechazaba a Jesús y una mujer cananea recibía una bendición que podrían haber recibido ellos. Dios no rechaza a nadie que viene confiando en su gracia.

¿Por qué Jesús habla de quitarles el pan a los hijos?

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El más necio


“Da, pues, a tu siervo corazón entendido para juzgar a tu pueblo, y para discernir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién podrá gobernar este tu pueblo tan grande?” (1 Reyes 3:9)
Algunos suelen referirse a Salomón como el “hombre más sabio de la tierra”, yo suelo pensar que fue el más necio. Teniéndolo todo cometió algunas estupideces que simplemente desaniman respecto a la raza humana, en muchos sentidos su vida es una llamada de advertencia de adónde se puede llegar cuando alguien pierde el rumbo. Si se hubiera mantenido en las premisas iniciales de su reinado, otro sería el cantar.

Su nombre significa “pacífico”, aunque originalmente se llamaba Jedidías que significa “amado de Jehová”. Fue el hijo menor de David y Betsabé. Entronizado muy joven, Salomón acudió a Dios, no en busca de larga vida, riqueza o victorias, sino de sabiduría. Dios se la concedió, y así alcanzó la fama. Hasta allí la historia es positiva, pero la primera gran decisión que tomó en su vida, lo marcó para el resto de su existencia.

Eligió como esposa a una princesa egipcia con el fin de iniciar su reino con una alianza política. Luego repitió la gracia con otras 700 esposas y princesas, amén de 300 concubinas, con lo que alcanzó sus intereses políticos y pacificó la zona, pero a costa de perder el rumbo.

Fue escritor (poesías y proverbios), biólogo y zoólogo, famoso por su riqueza, su próspero comercio, sus magníficos edificios (que incluyen el templo, palacios y otras construcciones) y por la fortificación de Jerusalén y otras ciudades. Gobernó por 40 años (961‑922 a.C.). En muchos sentidos, hizo mucho en pro de Israel por el comercio y la riqueza, pero también permitió que se arruinara. Se construyeron templos paganos y dejó al ejército sin preparación. Tras una vida de riqueza y lujo, Salomón dejó a Roboam su heredero sólo la sombra de lo que había sido un gran imperio.

Los últimos años de su vida son tristísimos. Pudiendo haber sido un rey extraordinario, perdió completamente el rumbo, convirtiéndose en una sombra de quien fue en los primeros años del reinado. Triste historia de todo aquel que olvida que la sabiduría no es saber mucho, sino vivir conforme a la voluntad de Dios. Salomón es una lección de advertencia para nosotros.

¿Por qué razón Salomón perdió el rumbo completamente?

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Acciones de las que arrepentirse


"Entonces se le acercó la madre de los hijos de Zebedeo, con sus hijos, postrándose ante él y pidiéndole algo" (Mateo 20:20)
Quiero creer que cuando Salomé, esposa de Zebedeo, y madre de Juan y Jacobo, se dio cuenta habrá sentido vergüenza, porque actuó como una madre ambiciosa, pero, desenfocada y sin entender lo que Jesús significaba.

Salomé fue una de las mujeres que estuvieron presentes en el funeral de Jesús. Era la madre de dos de los discípulos más queridos por Jesús. Es indudable que los tres apóstoles en quienes Jesús tenía más confianza eran Pedro, Juan y Jacobo. Jacobo murió como mártir (Hechos 12:2). Juan por su parte fue el único que murió de muerte natural ya anciano y luego de haber escrito dos de los libros más importantes de la cristiandad: Juan y Apocalipsis.

Salomé era la esposa de un pescador. Vivían en la costa del lago de Genezaret. Era de esperar que sus hijos Juan y Jacobo seguirían entre barcas y redes, en la ocupación de su padre. Pero, el curso de la familia fue cambiando cuando Jesús los llamó a formar parte de su grupo. Sus ambiciones cambiaron cuando creyó que Jesús estaba llamado a ser un rey secular de Israel.

Es probable que la familia hubiera oído hablar de Jesús a través de Juan el Bautista. Al parecer Zebedeo no hizo ningún esfuerzo para retener a sus hijos. Salomé fue a escuchar a Jesús y siguió a las mujeres. Finalmente fue una de las mujeres que preparó los lienzos y especias para el entierro de Jesús.

Salomé aceptó que Jesús era el Mesías, pero no podía separar al Mesías de la gloria temporal de Israel. Quiso asegurarse de que sus hijos, cuando Jesús viniera en su Reino, tuvieran un lugar de honor junto a él. Estas razones, comprensibles, al considerar el orgullo natural de madre, la indujeron a hacer una petición absurda. Ella hizo lo que muchos habrían hecho si pudieran, pusieron su mente en cuestiones terrenales y se olvidaron de la misión de Jesús. No es diferente a las ambiciones de muchos que van tras Cristo por intereses meramente temporales. Jesús, en esa ocasión les preguntó a sus hijos si iban a ser capaces de beber su copa, y respondieron que si, sin entender plenamente que Jesús hablaba de lo que finalmente ocurrió con Jacobo, del martirio. Salomé tardó en entender, pero lo hizo. Algunos nunca lo hacen.

¿Por qué razón la petición de Salomé fue tan absurda?

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Dios es mi juez


“Y Daniel propuso en su corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que él bebía” (Daniel 1:8)
En muchos sentidos Daniel es un enigma. Se tienen vislumbres de su vida, pero casi nada de su vida personal o íntima. No sabemos nada de su familia ni de sus actividades cotidianas, salvo los pocos antecedentes que menciona la Biblia. Aún así, es uno de los cuatro profetas mayores más conocidos de la historia de Israel y muy querido por los judíos de todos los tiempos.

Su nombre, que en hebreo significa “Dios es mi juez”, lo retrata de manera completa. Es un hombre que dejó su vida en las manos de Dios y ordenó todo lo que era al servicio de la divinidad. Es lo que marcó su vida y le dio sentido a su existencia.

Había nacido en cuna de oro, era de casta real y también, tenía algún vínculo sacerdotal. Pero, nada de eso lo envaneció. Al contrario, fue una persona que no guió su vida por los antecedentes familiares, sino por los objetivos que marcaron su existencia.

Cuando su vida se truncó a los 17 años por la invasión babilónica parecía que hasta allí llegaría todo y pasaría a engrosar la larga lista de jóvenes judíos que habían visto su vida perdida y sumergida en una guerra fratricida y cruel. Sin embargo, tomó algunas decisiones que marcaron definitivamente su existencia.

Estuvo a las órdenes de varios reyes. Con Nabucodonosor alcanzó una confianza e intimidad que difícilmente la había logrado un súbdito extranjero. Dario el Medo lo puso como presidente de unos 120 príncipes, lo que le ocasionó el ser maltratado a consecuencia de la envidia.

No sabemos qué ocurrió al fin de sus días, pero por todos los antecedentes debe haber muerto lleno de honores y el prestigio de una vida al servicio de altos ideales. Cuando algunos creen que se puede ser exitoso sólo cuando las condiciones se dan y cuando los vientos de los acontecimientos juegan a favor, hay que mirar a Daniel para darse cuenta que fue exitoso teniendo todo en contra, siendo fiel a Dios y no claudicando su conciencia.

¿Qué hizo que Daniel tuviera tantos triunfos en medio de tantas dificultades?

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Juzgar por apariencias


“Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás” (Juan 4:13-14)
Ni la Biblia ni la tradición revelan su nombre. Conocemos de ella sólo por lo que cuenta Juan en su libro. En muchos sentidos, es la persona menos indicada para hablar con Jesús, pero el diálogo más extenso que se conserva de Cristo con alguna persona es precisamente con ella, una mujer despreciada por su propio pueblo.

Cerca de la ciudad samaritana de Sicar, Cristo tuvo sed y se sentó cerca de un pozo. No había bombas para bombear agua, la única opción era esperar que viniera alguien provisto de algún balde para tirar dentro del pozo y así obtener el vital líquido. Al mediodía, cuando nadie solía venir al pozo en búsqueda de agua vino la mujer samaritana. El venir a esa hora era señal de que algo no estaba bien, en general, las mujeres venían temprano en la mañana o al atardecer, y siempre juntas, como una tarea comunitaria. El que ella viniera sola podía indicar que era despreciada por sus pares o que prefería estar sola para evitar algún tipo de confrontación.

Cristo tomó la iniciativa y le habló, ante la extrañeza de la mujer que no estaba acostumbrada a ser abordada por un judío. Samaritanos y judíos estaban separados desde hace siglos y unos y otros no se toleraban. Pero Cristo, una vez más, demostró no vivir conforme a parámetros sociales, más si éstos se basaban en reyertas sin sentido.

Jesús por primera vez le hace a la mujer algunas declaraciones que a nadie antes había hecho, algunas de una gran profundidad, señal de que Cristo no le faltó el respeto y la trató como una persona inteligente, como siempre solía hacer. No era práctica en Jesús el menospreciar a las personas ni tratarlas de manera paternalista. La mujer reacciona a las palabras de Jesús y como una flor que poco a poco se abre ante el toque suave del sol comenzó a responder a la amabilidad e inteligencia que Jesús le profesaba.

Cuando salió estaba totalmente convencida de que había estado ante la presencia del Mesías, y aún despreciada, fue a su propio pueblo a anunciar las buenas nuevas. Jesús se convirtió en su referente y cambió todo su mundo.

¿Por qué Jesús trató con tanta amabilidad a la mujer samaritana? ¿Cuál es la lección?

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Uno contra todos


“Vosotros a la verdad no entraréis en la tierra, por la cual alcé mi mano y juré que os haría habitar en ella; exceptuando a Caleb hijo de Jefone” (Números 14:30)
Caleb demostró tener entereza moral en medio de una situación crítica, donde no sólo era minoría, sino que representaba la opción menos popular. A menudo, cuando eso ocurre, la mayoría cede ante la presión de la gente y termina haciendo lo que otros dicen, simplemente, por temor a la presión. Caleb no, siguió adelante con lo que había decidido sin importarle lo que pensaran sus coterraneos, que si hubieran podido matarlo, lo hacían.

Fue uno de los doce enviados en una misión de reconocimiento de la tierra prometida. Cuando volvieron después de 40 días, sus diez compañeros comenzaron a desanimar al pueblo lamentando tener que estar en ese lugar, porque se concentraron sólo en lo que no podían y olvidaron lo que Dios había hecho por ellos en el pasado.

Caleb y Josué fueron los únicos que se mantuvieron firmes en sostener que aún cuando habían situaciones adversas, Dios estaba con ellos y nada podría pasarles. Intentaron infructuosamente convencer a los demás de que debían comenzar la conquista. Lamentablemente, todo el pueblo se fue a favor de los diez que vendieron desánimo y malas noticias. Dios no permitió que ninguno de esa generación entrara a la tierra prometida y durante 40 años dieron círculos en el desierto hasta que todos los adultos que no quisieron entrar murieron, excepto Caleb y Josué con toda su familia.

Debe haber sido desalentador para Caleb tener que vagar por el desierto habiendo conocido lo que Dios les había prometido y habiendo visto con sus propios ojos la promesa.

Pero su fe no desmayó, 40 años después, es uno de los primeros en ofrecerse en la conquista. No tiene miedo y el mismo fervor que demostró antes lo tiene ahora frente a la tierra prometida. Se convierte en uno de los aliados de Josué y da el ejemplo de empuje para ir a la tierra prometida. Lamentablemente los vendedores de desánimo muchas veces tienen más fuerza que los que confían. Caleb es un ejemplo para hoy, que necesitamos más que nunca confiar.

¿Por qué razón Caleb estaba tan confiado en las promesas de Dios? ¿Cuál es la lección que nos deja Caleb para la hora que nos toca vivir?

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Escuchar sin actuar


“Algunos días después, viniendo Félix con Drusila su mujer, que era judía, llamó a Pablo, y le oyó acerca de la fe de Jesucristo” (Hechos 24:24)
Cuando alguien tiene la oportunidad de escuchar sobre Cristo es puesto en una situación en la que tiene que elegir, pero las elecciones que hace marcan el resto de la vida. Drusila no es un nombre que suele citarse mucho, pero es señal de lo que venimos diciendo.

Drusila era de Edom. Era la hija del rey idumeo Herodes Agripa. Profesaba la religión judía. Cuando oyó a Pablo en Cesarea aún no tenía veinte años, a pesar de que en su vida ya había vivido situaciones complicadas. Era famosa por su hermosura. Se había casado a los dieciseis años con el príncipe Azizo, rey de Emesa. Pero, el gobernador romano Félix la conoció en un festival en la corte y se interesó en ella. Posteriormente Félix envió a Simón con una invitación personal y Drusila abandonó la corte de Azizo y se dirigió a Cesarea, donde se casó con Félix. Drusila comenzó a aparecer en público como la esposa de Félix. En ese contexto a Azizo no le quedó otra que callar.

Drusila llevaba un año viviendo con Felix cuando Pablo llegó a Cesarea. Pablo fue llamado ante el tribunal de Félix para responder a las acusaciones de los judíos. Félix y Drusila, conversaron en privado con Pablo respecto a la fe de Cristo.

No hay algún escrito que narre sobre esa conversación. En el versículo 25 se dice que Pablo discertó sobre “la justicia, el dominio propio y el juicio venidero”, en términos tales que el nuevo esposo de Drusila, Félix, se aterrorizó y dijo: “Vete por ahora; pero cuando tenga oportunidad te llamaré”.

No se sabe nada más de Drusila. Josefo, el historiador judío, cuenta que Drusila murió en la erupción del Vesubio que sepultó a Pompeya y Herculano. Drusila había ido allí, precisamente unos pocos días antes de la erupción con su único hijo, Agripa, y pereció sepultada por la lava.

Todos tienen una oportunidad de conocer a Cristo. Cuando nos confrontamos frente a su realidad, la decisión que tomamos necesariamente traerá consecuencias. No todos enfrentarán una erupción, pero tendrán que confrontar su decisión. Drusila tomó su decisión, igual que todos.

¿Qué implicancias tiene para tu vida el haber elegido a Cristo?

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Una tragedia evitable


“Y no había en todo Israel ninguno tan alabado por su hermosura como Absalón; desde la planta de su pie hasta su coronilla no había en él defecto” (2 Samuel 14:25)

Por donde se lo mire la historia de Absalón es una tragedia. Podría haberse convertido en rey de Israel y terminó sus días en una situación lamentable. Su nombre significa “padre de paz”, pero nunca tuvo paz.

La amargura lo embargó cuando su medio hermano Amnón, otro hijo de David, en un acto cobarde y perverso, violó a su hermanastra Tamar, hermana de Absalón por parte de su padre y de su madre Maaca, hija de Talmai (2 Samuel 3:3). Al ver que su padre no hacía nada, y que con su conducta parecía amparar lo que había hecho Amnón, en venganza, lo mató (2 Samuel 13:1-29). Luego huyó a Gesur, donde su abuelo por parte de madre era rey (2 Samuel 13:37-39). Después de tres años de destierro Absalón regresó a Jerusalén por la intercesión de Joab, pero David no lo recibió sino hasta dos años después (2 Samuel 14:28). Tiempo que en vez de ayudar a limar asperezas, simplemente, fueron ahondadas.

Absalón quería ser el heredero al trono a toda costa. Hacía todo lo posible para que el pueblo conociese sus derechos de primogénito. Ganaba partido entre los poderosos y ricos, y especialmente entre los pobres, por su carácter sencillo y su fama de hombre amigo, supuestamente, de la justicia. Absalón sabía, como lo sabían todos en Israel, que Salomón sería el sucesor de David en el trono y tramó varias veces contra la vida de su propio padre David, se hizo proclamar rey en Jerusalén en ausencia de David, y finalmente, habiendo querido darle batalla de una manera traidora al otro lado del Jordán, al verse perdido, mientras huía, su cabellera se enredó en un árbol y fue muerto por Joab, uno de los hombres de David (2 Samuel 18:17-18).

Un hijo peleando contra su padre. Un progenitor poco sabio en la forma de tratar a su hijo y los errores de los mismos. Una buena trama para una telenovela. La amargura ciega y hace que se cometan locuras. Absalón le cedió su vida a la amargura y el resultado fue desastroso. Estas historias están para aprender lecciones de vida que nos ayuden a no anidar, como en este caso, amargura. Cuando eso ocurre, corremos el riesgo de dejarnos embargar de tal modo que perdamos perspectiva de la vida.

¿Por qué la amargura es una mala consejera a la hora de tomar decisiones?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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La herencia que no se espera


“Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo era muerto, se levantó y destruyó toda la descendencia real” (2 Reyes 11:1)
Jezabel vivió una existencia de tanta maldad que su nombre es proverbial y símbolo bíblico de hasta dónde se puede llegar con la perversión. Sin embargo, lo impresionante es como los hijos tienden a repetir los modelos de los padres yendo incluso más allá de donde hay ido sus progenitores.

En este sentido, Atalia, hija de Acab y Jezabel, vivió una forma de vida tal que a su manera preparó la caída moral de Judá. Personificó toda la maldad de sus padres.

Cómo el pueblo de Judá se había contaminado tanto con la adoración de los dioses ajenos, cuando llegó Atalía con los sacerdotes de Baal, no reaccionaron y permitieron con su pasividad que Atalía hiciera lo que ya tenía pensado hacer.

Mucho de lo que Atalía hizo en Jesusalén se asemejaba a lo que Jezabel había hecho en Jezreel, en Samaria. La capital de Judá se llenó de templos a Baal y el paganismo avanzó a pasos agigantados. Muchos de los que aún conservaban algo de la adoración a Jehová tuvieron que partir a otros lugares.

En ese contexto, surgió Jehú, quién eliminó la dinastía de Acab en Israel y asesinó a Ocozías, hijo de Atalía. Ante este cuadro dramático Atalía decidió exterminar a los otros hijos de Joram, su esposo, quienes podrían ser posibles herededores del trono y se auto proclamó reina.

Un hijo de Ocozías, Joas, se salvó milagrosamente, y fue escondido por una hija del rey Joram, su tía, hermana de Ocozías. Atalía logró reinar durante seís años, pero al final el sacerdote Joyada, esposo de la tía de Joas quien lo había criado, proclamó a Joas como rey. El resultado final fue la ejecución de Atalía y la destrucción de todos los altares de Baal en Judá.

Es una época donde la barbarie reina, sin embargo, de todos modos, un mensaje prima, que es aunque el mal reine por un tiempo, tarde o temprano cae por su propio peso y todo se ubica en su justa medida. El nieto de Atalía, Joas, no heredó su perversidad ni la de sus bisabuelos y construyó un reino cuya base fue Dios. Así es siempre y esa es la esperanza que nos anima.

¿Por qué Atalía repitió el mismo modelo perverso de sus padres?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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El peligro del poder


“Todo el pueblo de Judá tomó entonces a Uzías, que tenía dieciséis años, y lo proclamó rey en lugar de su padre Amasías” (2 Crónicas 26:1)
Podría ser recordado como uno de los grandes reyes de Judá. Tenía todo para hacerlo. Su nombre que en hebreo significa: “Jehová es fortaleza”, debería haberlo mantenido alerta, pero no fue así. Tenía 16 años (2 Reyes 14:21) cuando el pueblo de Judá lo tomó y lo nombró rey en vez de su perverso padre, a quien reemplazó aún estando él vivo.

Su reinado fue un éxito tras otro. Partió reconstruyendo la ciudad de Elat (2 Reyes 14:22), todo un mérito para la época.

Bajo su reinado Judá reforzó su potencia e independencia. Reorganizó al ejército y lo convirtió en una fuerza eficaz y bien entrenada. Restauró las fortificaciones de Jerusalén. Venció a filisteos y árabes. Destruyó los muros de algunas de las ciudades emblemas de sus enemigos, Gat, Jabnia y Asdod. Logró someter a los amonitas y otras naciones (2 Crónicas 26:6-8).

Uzías desarrolló la agricultura, logro que sólo se explica en un contexto de paz y de prosperidad. Edificó torres en el desierto que fueron una fuente de su poder y dio protección al pueblo. Excavó pozos para tener más agua y por lo tanto, más producción. Hasta allí la historia sería fantástica, porque además, fue rey por 52 años. Sin embargo, al final de sus días, cometió sus peores errores, señal de que la edad no necesariamente enseña.

Dio su adoración a Jehová, pero dejó subsistir los lugares altos donde el pueblo ofrecía sacrificios a los ídolos, muchos de esos lugares, los había construido su padre.

Al final, el éxito lo encegueció. Quiso usurpar las funciones sacerdotales, que era lo único que tenía vedado como rey. Cuando eso ocurrió inmediatamente recibió lepra, y la tuvo hasta que murió. Su hijo Jotam asumió como regente.

Muchas veces olvidamos que el mayor peligro al que se enfrentan los seres humanos es al poder, porque en ese momento olvidan sus límites y sus inicios. Olvidar de donde venimos y nuestros propios límites es peligroso. La humildad es la base de un buen liderazgo, no el orgullo ni la presunción.

¿Qué crees que se diría de Uzías hoy si no hubiera hecho lo que hizo al final?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
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Ana, la profetiza que recibió a Jesús


“En ese momento se presentó ella, y comenzó también a expresar su reconocimiento a Dios y a hablar de él a todos los que aguardaban la redención en Jerusalén” (Lucas 2:38)

Jesús fue judió, pero no vino sólo por los judíos. Jesús fue varón, pero no vino a representar sólo a los varones. Jesús nació semita, pero su vocación de vida se concentraba en toda la humanidad. Por eso al anuncio de su nacimiento vinieron tres “reyes magos”, para representar el mensaje recibido por los gentiles, ellos, fueron nuestros representantes delante del Mesías.

Ana, la mujer profetiza, la que había esperado al Maestro por tanto tiempo, la que se había quedado en el Templo, sabiendo que en algún momento vendría Jesús, representó a todos los israelitas que no eran de Judá (la tribu de Cristo). Ana era hija de Fanuel, de la tribu de Aser.

La tribu de Aser era parte de las tribus dispersas. Por eso su estadía en el templo tenía tanto significado. Joroboam se emancipó de la casa de David junto a diez Tribus, y durante siglos muchos de ellos rechazaron la idea de un Mesías de Israel.

Ana aparece en el templo para saludar al Rey de la casa de David. Es una invitación a considerar a todos, incluyendo a la despreciada Galilea que estaba más allá de lo que algunos consideraban el pueblo santo.

En el momento en que bendice a Jesús, Ana tiene 84 años. No representa a la nueva generación. Pertenece al Israel que está muriendo. Con su gesto extiende un puente entre el pasado y el futuro.

Viene además como mujer, representando a tantas que como ella eran despreciadas y vilipendiadas en medio de una nación que había perdido el sentido de un Dios que “no hace acepción de personas” (Romanos 2:11).

Por último representa a los profetas que durante siglos vivieron con la esperanza de ver algún día al Mesías y murieron con la esperanza viva. Cuando ella conoció a Jesús “dio gracias a Dios y comenzó a hablar del niño a todos los que esperaban la redención de Jerusalén” (Lucas 2:38). Fue la última testificación profética en Israel antes de la venida del portavoz, Juan el Bautista.

Toda una vida para un sólo momento, y ese instante fue decisivo. Esperó para cumplir su misión y anunciar como profeta al Mesías.

¿Por qué Ana permaneció tanto tiempo en el Templo esperando?

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Romper la tradición


“Él pidió una tablilla, en la que escribió: ‘Su nombre es Juan’. Y todos quedaron asombrados” (Lucas 1:63)

Hubo un tiempo en la historia de Israel cuando se hacía un esfuerzo sostenido para que ningún niño o niña tuviera el mismo nombre de otra persona. De hecho, hasta por lo menos unos dos siglos antes de Cristo, esta tradición se mantuvo. Sin embargo, en tiempos de Cristo, los israelitas habían sido contagiados por la cultura helénica, y solían ponerles como nombre a sus hijos el nombre del padre o la madre o un familiar.

Se había dejado esa antigua tradición de poner nombres a los niños a los 12 años, después de haberlos estudiado cuidadosamente, para entender qué características los hacían únicos.

Ese es el contexto de lo que sucede en esta historia en particular. Zacarías recibe de parte de un ángel, la orden de que su hijo se llamaría Juan, expresión que en hebreo significa “Dios se ha apiadado” o “Dios es propicio”. La gente no lograba entender la razón de ese nombre, siendo que en la familia de Zacarías nadie se llamaba así.

Pero Dios, rompe tradiciones e inaugura otras. El nombre del hijo de Zacarías sería conmemorativo de la misión que él tendría. Al anunciar la venida de Jesús, Juan estaba señalando que Dios se había apiadado del pueblo.

Dios se apiadó de la humanidad. Por esa razón envió a Juan para anunciar la venida del Mesías. En una época particularmente apóstata y perversa, el mensaje de Juan no era popular, menos para la clase sacerdotal que había convertido la religión en un negocio muy lucrativo.

Zacarías probablemente no entendió el mensaje que recibió. De hecho, desaparece de la historia, nunca más es mencionado en la Biblia. Seguramente, más de alguna vez reflexionó sobre la circunstancia por la cual recibió la orden de ponerle a su hijo “Dios se ha apiadado”. Esto nos enseña que de pronto podemos recibir un mensaje para transmitir que ni siquiera entendemos claramente.

Juan cumplió a cabalidad su cometido. Enseñó de todas las formas posibles sobre la piedad de Dios y anunció a Jesucristo el Mesías.

¿Por qué razón Dios le puso ese nombre al hijo de Zacarías?

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Víctima de sus circunstancias


“Jehová empobrece, y Él enriquece; abate y ensalza” (1 Samuel 2:7)

Sin duda Ana es víctima de su tiempo. Es la segunda esposa de un hombre polígamo, algo que no era agradable ni tenía que ver con el plan de Dios, y además, es estéril, situación que en su tiempo era considerado simplemente un castigo de Dios.

Al leer estas historias bíblicas, es preciso circunscribirse al contexto en que ocurrieron, para no hacerles decir lo que en definitiva no dicen.

Ana se convirtió en madre por un acto de fe. Sin duda, Dios hizo un milagro en ella. Hasta ahí la historia está bien, y es posible que alguna mujer del siglo XXI pueda orar igual que Ana pidiendo un milagro y es también factible que Dios, en un equilibrio extraño y misterioso, que no tiene explicación, pueda realizar una acción sobrenatural.

Lo que viene a continuación no es lógico ni Dios se lo pidió. En ninguna parte está establecido que entregar un hijo en sacrificio era lo que Dios estaba pidiendo. Haber entregado a Samuel, tan niño, al templo, era innecesario. No es algo que Dios está buscando. Ella tomó una decisión además, que involucró a otra persona, lo que no es justo ni sabio.

Por allí pueden estar las explicaciones para lo que ocurrió después con la vida de Samuel. Sin duda, se convirtió en un hombre extraordinario, un juez de Israel, pero, fue un pésimo padre. No tuvo a su madre a un lado para guiarlo, y el único referente que tuvo fue un individuo con ciertos desequilibrios como Elí. Por esa razón, sus hijos fueron proverbialmente perversos.

El origen, las raíces, las experiencias tempranas, marcan nuestra vida, no nos determinan, pero nos dan un patrón existencial que de un modo u otro condiciona lo que somos en la vida.

Samuel no es la excepción. Al carecer de modelos sanos, repitió en su existencia como padre el paradigma que había recibido. Madre y padre ausente y un sumosacerdote irresponsable con la educación de sus hijos. El resultado salta a la vista.

Los padres estamos llamados a estar presentes y no nos corresponde “ofrecer” a nuestros hijos a Dios, por muy digno que eso parezca.

¿Por qué razón Samuel se equivocó en la formación de sus propios hijos?


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El precio de decir ¡basta!


“Cuando los eunucos le comunicaron la orden del rey, la reina se negó a ir. Esto contrarió mucho al rey, y se enfureció”. Ester 1:12

Borrachos y abusadores han existido siempre y no estoy seguro, si alguna vez en esta tierra, gozaremos de la paz suficiente para verles desaparecer. El rey de Persia, siguiendo la costumbre de su tiempo, era un ebrio empedernido. Ocupaba mucho de su tiempo en fiestas y bacanales donde la orgía, el alcohol y el derroche era la tónica.

La reina era Vasti, seguramente, se convirtió en reina de la misma forma en que la mayoría lo hacía. Para sellar un trato comercial entre un país y otro, o porque fue codiciada por algún funcionario que la raptó a la fuerza y la llevó al rey como un tributo. Sea como fuera, la mayoría de las mujeres que llegaban al palacio lo hacían en contra de su voluntad. Sometidas, degradadas y convertidas en personas que no tenían poder sobre sus vidas y sus cuerpos eran convertidas en una más del harem del rey. Vasti no es la excepción.

Sin embargo, toda persona tiene un límite y Vasti tuvo el suyo. No sabemos cuántas humillaciones soportó, ni cuántas veces fue obligada a tener relaciones sexuales contra su voluntad, lo único que la Biblia señala, en concordancia de lo que le importaba al redactor del texto es que “era realmente hermosa” (Ester 1:13), y el rey quería exhibirla ante los dignatarios de otros lugares, hombres lascivos, pervertidos y alcoholizados. Seguramente, sería tratada como cualquier mujer de ese entonces, como una persona sin derechos ni posibilidades de negarse a esa humillación.

Pero, sucedió lo inaudito, lo que nadie se atrevía a hacer, dijo: ¡No! ¡Basta! Sabiendo que su negativa ponía en riesgo su vida y que tendría consecuencias graves, como la que tuvo. Pero tomó una decisión. De un momento a otro perdió su posición de privilegio, fue despreciada y nunca más se le permitió estar en la presencia del rey. No sabemos si fue confinada a algún lugar oscuro del harem o si fue encarcelada. El texto no lo dice.

Sea lo que haya sucedido con ella, la lección es que en algún momento las personas entienden que su dignidad personal está por sobre cualquier circunstancia. Aprender a decir no, hace toda la diferencia. Quienes permiten el atropello, nunca se libran de la humillación permanente.

¿Entiendes la importancia que tiene tu dignidad personal? ¿Sabes lo que vales?

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Más allá del mito


“El día en que las mujeres de la nobleza de Persia y de Media se enteren de la conducta de la reina, les responderán de la misma manera a todos los dignatarios de Su Majestad. ¡Entonces no habrá fin al desprecio y a la discordia!”. Ester 1:18

A menudo se presenta a Ester como heroína, y ciertamente lo es, pero muy poco se habla de ella como víctima de un sistema opresivo, sexista, androcentrista y macabramente maltratador.

Para llegar a convertirse en reina, tuvo que pasar por rigurosas pruebas de selección, entre las cuales, estuvo el ser violada por el propio rey que luego se convertiría en su propio esposo. Ella, como cualquier mujer de su tiempo, no tenía ningún derecho, ni sobre ella ni sobre su propio cuerpo. Por lo tanto, no hay nada de romántico ni deseable en la situación que le tocó vivir.

No he escuchado nunca en púlpitos cristianos que se digan las circunstancias por las cuales se convirtió en reina. La corte estaba formada por un montón de borrachos que se la pasaban buena parte de su vida en bacanales y libaciones. De hecho, fue este grupo de ebrios, el que aconsejó al rey que luego de la afrenta que le había hecho la reina Vasti que se negó a participar en una fiesta donde sería denigrada exhibiéndola como si fuera un animal ante esos hombres lascivos, que tomara a otra mujer. Ese “tomar” es así de fuerte, traer a alguien contra su voluntad y elegirla, como quien elige a una mascota en una tienda de animales.

La razón dada fue no perder poder sobre las mujeres. Se dio incluso un edicto que se envió por “cartas por todo el reino, a cada provincia en su propia escritura y a cada pueblo en su propio idioma, proclamando en la lengua de cada pueblo que todo hombre debe ejercer autoridad sobre su familia” (Ester 1:22). En buen castellano, “hagan todo lo posible para que sus esposas no se rebelen como lo hizo la reina.

En ese contexto Ester arriesgó su vida para salvar a su pueblo. Su acción adquiere mayor relevancia cuando se analizan las circunstancias que le tocó vivir. Es en medio de situaciones límites donde mostramos lo que somos. Ester, en la corrupción, demostró ser honesta. Esa es la lección. No hay nada de romántico en las circunstancias que le tocó vivir, abusada, obligada por su conciencia actuó como muy pocos lo harían.

¿Cuántas veces has usado el contexto para justificar tu accionar?

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Creer es actuar


“Si el Señor está con nosotros, ¿cómo es que nos sucede todo esto? ¿Dónde están todas las maravillas que nos contaban nuestros padres”. Jueces 6:13

Muchas veces Gedeón es puesto como un ejemplo de fe, permítanme diferir de dicho planteamiento. Creo que Gedeón era un hombre honesto que tenía muchas dificultades para creer, el contexto en el que vivía no hacía fácil tener fe en Dios, al contrario, todo conspiraba para convertirse en alguien que rechazara a Dios o al menos, desconfiara de su presencia.

La forma en que recibe a Dios y la pregunta directa que le hace, que es el versículo que encabeza esta reflexión, nos habla de alguien que está luchando mucho para tener fe.

Sin embargo, esto es lo más esperanzador del relato de Gedeón, un hombre común convertido en héroe de una nación, porque estuvo dispuesto a avanzar pese a sus aprehensiones y miedos.

A veces presentamos a los personajes bíblicos como super humanos, como seres fuera de este mundo. Eso no sólo es un estereotipo, sino un error, que no nos permite entender el verdadero sentido de la fe y la relación con Dios.

Gedeón no sólo necesitaba una confirmación de que Dios era real, precisaba vencer sus propios miedos. Por eso ese acto de pedir una y otra vez, el vellón y el rocio, que parece un juego, es en realidad un acto de una persona que está luchando por creer, que quiere convencerse de que Dios es real.

Sin embargo, a veces olvidamos que antes de hacer esos pedidos, en medio de sus dudas, salió con algunos amigos de noche a destruir el altar de Baal. Se necesitaba mucha valentía para hacer eso, sabiendo que la mayoría del pueblo había apostado para ir tras ídolos. La enseñanza es que Gedeón aunque tenía miedo, fue, actuó, y siguió luchando por creer.

Lo más hermoso de toda esta historia es que Dios no condenó a Gedeón por sus dudas, ni sus miedos, ni sus temores. Él entendía que en medio de la crisis siempre es difícil confiar, por lo tanto, recibió un apoyo incondicional de Dios, tal como tú y yo recibimos, pese a nuestras dudas y temores.

¿Estás seguro que Dios te acepta incluso con tus dudas y conflictos? ¿Por qué es tan importante entender que Dios nos entiende y no nos maltrata por desconfiar?

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Dejarlo todo

 

“—Mira —le dijo Pedro—, nosotros hemos dejado todo lo que teníamos para seguirte”. Lucas 18:28

A veces Pedro me cae simpático, en otras ocasiones lo encuentro un desubicado, en esta ocasión me parece ingenuo.

Era el más viejo del grupo de apóstoles, probablemente tenía más de cuarenta años, pero a ratos se comportaba como un niño caprichoso, hacía lo que para muchos es pan de cada día: Hablaba primero y luego pensaba. No lo hacía por maldad sino por hábito. Era impulsivo, poco razonable y tenía la tendencia a dejar que sus primeros impulsos guiaran su vida.

Nos cae bien porque nos representa como humanos, porque al final de cuentas es desubicado a veces, pero honesto, algo mucho más loable que múltitud de personas que son calculadoras, frías, diplomáticas, que no dicen todo lo que piensan porque buscan sacar partido de las situaciones y de la gente. Pedro era lo que mostraba, y en muchos sentidos, eso era más sano que lo que vivían otros de los cuales nunca escuchamos su voz.

La pregunta de Pedro la han hecho muchos cristianos a través de la historia: “Hemos dejado todo por seguirte, ¿qué recibiremos a cambio?”. Sin embargo, por loable que sea la pregunta, está basada en un preconcepto erróneo, la vida cristiana no es una carrera ni tampoco un negocio, aunque lamentablemente sean muchos los que lo han mirado así, especialmente algunos que han construido una vida laboral en torno a la figura de Jesús.

Cuando se sigue a Cristo por algún interés entonces es fácil buscar escalar, querer tener poder, buscar destacar por sobre otros, la pugna que tenían todos los discípulos que como algunos seguidores del Maestro de este siglo aún no entienden que seguir a Cristo no es una carrera profesional.

Sin embargo, Jesús, magnánimo, contesta a la pregunta de Pedro con amor, porque entiende cuan confundido está Pedro: “—Les aseguro —respondió Jesús—que todo el que por causa del reino de Dios haya dejado casa, esposa, hermanos, padres o hijos, recibirá mucho más en este tiempo; y en la edad venidera, la vida eterna” (Lucas 18:29-30). Dios sabe que lo que recibimos es mucho mejor que lo que pensamos.

¿Estás siguiendo a Cristo por las razones correctas o por poder?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2103
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Honestamente equivocado


“La experiencia me ha enseñado que los que siembran maldad cosechan desventura. El soplo de Dios los destruye, el aliento de su enojo los consume”. Job 4:8-9

Elifaz es una persona honesta, pero está equivocado. Viene a darle consuelo a Job, su amigo, pero termina poniendo en sus hombros una carga superior al dolor que está sintiendo.

Lo que es lamentable es que la doctrina de Elifaz es repetida una y otra vez por quienes no entienden el carácter de Dios, y se atreven a hablar en su nombre.

Elifaz expone la doctrina de la retribución que se resumía en dos principios fundamentales: Dios recompensa en la tierra las acciones buenas y malas, y hay una proporción exacta entre lo que cada uno hace y el premio o el castigo que recibe. De ahí la conclusión: si a Job le ha tocado sufrir tanto, en algo ha ofendido a Dios. Job admite que en algún momento compartió dicha forma de pensar (Job 29:18-20; 30:26), pero la experiencia terrible por la que atravesó lo hizo cambiar de parecer.

Lo erróneo de este argumento es que convierte a Dios en un tirano y al ser humano en una víctima de los caprichos divinos. El amor de Dios y el cuidado providencial por sus hijos queda reducido a un acto de venganza permanente, si haces bien, te bendigo y no te irá mal, si haces mal, toda mi furia se desencadena sobre ti. Es este tipo de pensamiento el que hace que tanta gente no quiera saber nada de Dios. Por otro lado, no explica por qué tanta gente que obra mal no recibe la supuesta retribución de Dios, lo que el pensamiento se reduce al absurdo.

Elifaz está equivocado. Dios no castiga ni persigue. Tal como lo muestra el libro de Job, no todo depende de Dios ni de su voluntad, creerlo de manera absoluta lleva a malos entendidos respecto a la divinidad y produce en muchos una sensación de precariedad frente a Dios. 

Aunque no podamos explicar algunas situaciones, no debemos perder perspectiva . Lo único cierto es que Dios nos ama y ha prometido estar con nosotros permanentemente. Esa es una verdad indudable, el resto, es preciso callar.

¿Por qué es tan importante entender que Dios no es vengativo?

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Una princesa sonriente


“Entonces Abraham inclinó el rostro hasta el suelo y se rió de pensar: ‘¿Acaso puede un hombre tener un hijo a los cien años, y ser madre Sara a los noventa?’” (Génesis 17:17) 
No hay que confundirse, Sara es hija de su tiempo, tuvo conductas y tomó decisiones que en la actualidad serían vistas como abuso o simplemente, una manera poco ética de actuar. Sin embargo, como todo claro-oscuro de la Escritura, ella representa un momento de gracia extraordinario.

Su vida comenzó en un ambiente pagano. Era descendiente directa de Sem, por lo cual estaba ligada a las tradiciones que se habían transmitido de boca en boca desde el Edén.

Su suegro, Taré, era pagano y politeísta. De pronto un día supo que había sido escogida junto a su esposo para fundar una nación. La orden de Dios fue determinante: “El Señor le dijo a Abram: ‘Deja tu tierra, tus parientes y la casa de tu padre, y vete a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, y te bendeciré; haré famoso tu nombre, y serás una bendición’” (Génesis 12:1-2). Así que partió junto a su esposa que en ese momento se llamaba Sarai y nunca más regresaron a las tierras donde se habían criado.

Al llegar a Canaán Abram se desanimó por las precarias condiciones y tomó la primera de varias decisiones erróneas, se dirigió a Egipto sin haber consultado a Dios. Pero en el camino, el miedo abordó al patriarca y hurdió un engaño, el segundo error. Al llegar la presentó como si fuera su hermana. Ella fue llevada al harem del Faraón y si no hubiera sido por la intervención directa de Dios no se habría sabido del engaño. Pero Abram no aprendió la lección, más adelante hurdió la misma mentira, esta vez con el Abimelec (Génesis 20:2) y nuevamente Dios intervino.

Sara debería haber aprendido, pero no lo hizo. Ella tramó que Abram tuviese un hijo de su criada Agar lo cual constituía otra pésima decisión, que trae consecuencias hasta el día de hoy.

Al final, cuando tenía 90 años de edad, Dios cumplió la promesa y le dio un hijo a Sara, tal como esperaba Dios que entendieran... como un gesto de gracia, como un don en la imposibilidad de ellos. Sólo allí pudieron Sara y Abraham comenzar a entender la gracia y lo que es confiar en Dios.

¿Por qué Sara y su esposo tomaron tan malas decisiones? ¿Qué aprendemos?

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Servicial


“Así que llamaron a Rebeca y le preguntaron: —¿Quieres irte con este hombre? —Sí —respondió ella” (Génesis 24:58) 
Seguramente en el camino Eliezer pensó una y otra vez cómo iba a cumplir el mandato de confianza que su amo le había encomendado: Traer una esposa para su hijo de la tierra de su familia. Eliezer era un siervo, pero se había convertido en una persona de la confianza de Abraham, así que sentía una gran carga para hacer las cosas bien.

En el camino pensó en un perfil de mujer. No podía ser cualquiera porque tenía que estar dispuesta a viajar muy lejos para unirse en matrimonio con alguien que no conocía, sin embargo, sentía que eso podría arreglarse si conocía a la indicada y convencía a su familia de darla en matrimonio.

Al llegar al lugar, esperó junto a sus acompañantes y los 10 camellos de su caravana junto al pozo, como buen beduino sabía que la tarea de buscar agua era de las mujeres, así que en algún momento vería a las muchachas del pueblo y podría ver si había alguna que calzaba con lo que buscaba.

Al ver a Rebeca quedó prendado de ella y mucho más cuando le solicitó agua y ella no sólo se ofreció darles de beber sino sacar agua para los camellos, lo que suponía un gran trabajo y una muestra muy grande de generosidad.

Pronto se enteró que ella era hija de Betuel, sobrino de Abraham. Al llegar a su casa expresó la razón por la cual iba, les contó de su oración junto al pozo pidiendo a Dios que le dirigiera.

Lo impresionante de la historia es que la decisión no la tomaron los varones adultos de su familia, como era la costumbre, sino que le preguntaron directamente a Rebeca si quería ir o no, a lo cual ella accedió.

No se acostumbraba a hacer eso en ese tiempo. Las mujeres no podían elegir esposo, esa era tarea de los padres, en este caso se saltaron eso y dejaron la elección en ella. Tal vez entendieron que el asunto era más importante de lo que estaban acostumbrados y era preciso actuar de otra manera. Eliezer oró pidiendo sabiduría y se encontró con Rebeca. No fue Dios quien le dio esposa a Isaac, fue Rebeca la que accedió creer que allí había algo de Dios.

¿Por qué es tan importante entender que Rebeca fue por su propia voluntad?

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Nabal, un seudónimo insultante


“No haga usted caso de ese grosero de Nabal, pues le hace honor a su nombre, que significa necio. La necedad lo acompaña por todas partes” (1 Samuel 25:25) 

En el pueblo de Israel solía ponérsele nombre a los niños a los 12 años de edad, que era el momento en que iban al templo por primera vez, y el sacerdote les entregaba una piedrecilla blanca y en ella escrito su nombre y el que era leido por primera vez por aquel que lo tendría. Difícilmente los padres le pondrían a su hijo “necio” (Nabal), así que probablemente el nombre de este personaje sea un seudónimo por el cual era conocido por la gente.

No sabemos cómo se convirtió en millonario, pero lo más probable, a juzgar por sus acciones es que era una herencia recibida de parte de su familia. Eso significa que era el hijo mayor, o el único varón de una familia, porque en dicha época, lamentablemente, los únicos herederos eran los hijos varones mayores.

No se sabe nada más de él en la Biblia, sólo este corto episodio en el que queda totalmente retratado. Mientras su esposa Abigail se había ganado el respeto de los siervos y de los encargados de la hacienda, su esposo se la pasaba en borracheras y fiestas con sus amigotes. Probablemente, en medio de la intoxicación alcohólica más de alguna vez realizaba acciones absurdas, por lo que sus contemporáneos no dudaban en llamarlo “necio”, lo más probable es que a sus espaldas.

¿Cómo se llega a esta situación? ¿Cómo una persona despilfarra su vida delante de otros? ¿Cómo es que alguien no mide las consecuencias de sus decisiones absurdas? Es allí donde la psicología ha fracasado al proponer un modelo que explique el fenómeno de la conducta errática. Teorías abundan, no obstante, es difícil entender cuál es la causa.

La Biblia nos da algunas pistas, por ejemplo, el salmista dice: “Dice el necio en su corazón: No hay Dios” (Salmo 14:1). Eso implica que la necedad está asociada a una persona que niega a Dios. ¿Por qué es tan importante esto? Por la simple razón que cuando alguien saca a Dios de la ecuación de su vida, entonces, es más proclive a hacer necedades.

¿Cuál es la gran lección que puedes aprender de la vida de Nabal? ¿Cómo puedes hacer para no convertirte en un gran necio?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Cada vida un universo

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La adúltera inocente


“Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete”. Juan 8:11

No sabemos su nombre. Tal vez el escritor quiso guardar su identidad para protegerla, o, quizá, era tan conocida que no era necesario identificarla. Todo el mundo sabe que ella es una mujer que cometió adulterio, lo extraño es que para realizar un acto sexual adúltero se necesitan dos personas y en este caso es llevada la mujer sola delante de Jesús aún cuando la mujer fue “sorprendida en flagrante adulterio” (Jn. 8:4). Eso demuestra que de un modo u otro, el hombre ausente era cómplice. Tal vez había participado en una trama en conjunto con los fariseos y sacerdotes que no escatimaban ningún medio con tal de desacreditar a Cristo.

Solemos poner al adulterio entre los pecados horrendos y despreciables. Tenemos la tendencia a ser más magnánimos con los orgullosos, mentirosos y vanidosos, aunque para Dios no hay categorización de pecados.

El adulterio es la punta del iceberg. Pero, es resultado de un largo proceso. Difícilmente alguien se involucra en relaciones extramaritales sólo por la apetencia sexual. A menudo las motivaciones son otras. La necesidad de apoyo, cariño y comprensión hace más adúlteros que cualquier otra cosa.

Era culpable de adulterio. Todos la señalaban. Pero ¿alguien entendió su trasfondo? Había sido violada cuando niña y cuando se casó su esposo en vez de apoyarla en los problemas que manifestaba, especialmente a la hora de tener relaciones sexuales, optó por estigmatizarla, mofarse y nunca le ayudó a buscar ayuda. Vino alguien que la apoyó y lamentablemente confundieron las cosas y se involucraron en una relación adúltera.

Es muy fácil tirarle piedras a los culpables, especialmente si son adulteros. Tal vez deberíamos responder al desafío de Cristo, el que esté sin pecado que lance la primera piedra. Los que se atreven a lanzar una piedra asumen inocencia. Que no hay ninguna culpa en ellos. Que simplemente están libres de pecado. Ese “pecado” del que se creen inocentes se llama presunción.

¿Has condenado a alguien sólo por lo externo? ¿Qué querrías que hicieran los demás contigo si cometieras adulterio? ¿Cómo crees que se sienten las personas que además de cometer un pecado son rechazadas y aisladas por las personas que se suponen que deberían ayudarla? ¿Eres inocente?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Cada vida un universo

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El innombrable


“Más aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que tomando aquel hombre a su concubina la sacó” Jueces 19:25

En la antigüedad existía la “damnatio memoriae”, una costumbre que consistía en eliminar de todo registro a alguien que no mereciese memoria en la historia. En el caso del hombre de la reflexión de hoy, no se lo elimina totalmente, pero, no se lo nombra, lo que es igual que ignorar su persona. Jueces 19 es un texto de terror. Un capítulo que no quisiéramos ver en la Biblia. Pero, está allí para que aprendamos una lección.

El levita tenía una esposa, en realidad era su concubina, una mujer que vivía con él pero con la cual no estaba casado. Los tratos que le daba a la mujer no eran buenos. Ella se hartó y regresó a casa de sus padres. El hombre fue tras ella para “hablarle amorosamente y hacerla volver” (Jueces 19:3). Se quedó algunos días en casa de sus suegros y al fin la convenció de seguirlo.

De regreso pecnoctó en casa de un anciano. Estando allí, un grupo de degenerados vinieron para que aquel viejo les entregara a la visita para abusar sexualmente de él. El anciano intercedió de la forma más horrenda ofreciendo a cambio de aquel levita a su hija virgen y a la concubina diciendo:

—“Humilladlas y haced con ellas como os parezca, y no hagáis a este hombre cosa tan infame” (Jueces 19:24).

Viendo que aquellos hombres insistían el levita sacó a la fuerza a su mujer y la entregó en brazos de esa banda pervertida. Ellos la violaron masivamente durante toda la noche. En casa, mientras tanto el levita dormía.

Al amanecer la mujer vino moribunda hasta la puerta del supuesto protector. El levita sin compasión y viéndola morir simplemente le dijo:

—“Levántate y vámonos” (Jueces 19:28).

Al percatarse que había muerto la puso sobre su asno. En casa la descuartizó y envió los restos a las tribus de Israel para testimonio de lo que aquellos pervertidos habían hecho. El resto de la historia es masacre y venganza.

¿Cuántos hombres estarían dispuestos a defender con la vida la dignidad de sus hijas y esposas? ¿Qué habría querido Dios que hiciéramos en esta situación? ¿Qué revela la actitud del anciano y el levita en relación al trato que le daban a la mujer? ¿Se parece en parte a lo que sucede en muchas comunidades hoy en relación a la mujer?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Cada vida un universo
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Mucho más que un matrimonio


“Y respondiendo Booz, le dijo: He sabido todo lo que has hecho con tu suegra después de la muerte de tu marido, y que dejando a tu padre y a tu madre y la tierra donde naciste, has venido a un pueblo que no conociste antes” (Rut 2:11)
A menudo muchos de los que leen la Biblia cometen el error grave de analizar los contenidos bíblicos bajo las premisas de su propia cultura o tiempo histórico, por ese camino, sólo abunda confusión. El camino que debe hacerse es a la inversa: Analizar qué implicaban algunas prácticas particulares para el tiempo de los protagonistas, entender qué comprendieron los lectores originales, y luego, hacer las extrapolaciones posibles al contexto nuestro, y digo posible, porque no siempre es dable hacer aplicaciones puesto que los contextos son muy diversos.

Rut era extranjera, de una nación que Dios había dicho claramente que le estaba prohibido a cualquier judío unírsele en matrimonio, por lo tanto, estrictamente, Booz no podía casarse con ella porque Dios lo había prohibido (Deuteronomio 23:3).

Además, Rut era viuda y a menos que fuera dada en matrimonio a un pariente cercano de su marido o ofrecida en matrimonio por alguien, estaba condenada a ser mendiga, puesto que en Israel se consideraba que las viudas no podían ser salvas a menos que las covijara un varón piadoso.

En ese contexto Booz representa mucho más que una solución matrimonial. Por esa razón en el texto original Booz es el “joel”, es decir, el redentor. El que corrige los males que aquejan a Rut: La redime de un pasado que ella ha heredado y que la maldice, es decir, la saca de su condición de despreciada por ser Moabita. Luego, al ofrecerle matrimonio, la pone en una situación de igualdad con todas las otras mujeres del pueblo, la convierte en una Israelita más, ahora es parte del pueblo.

Booz es una figura de Cristo. Jesús nos redime y quita de nosotros nuestra condición maldita por haber heredado la tendencia al mal. Al ofrecernos salvación, entonces, nos hace parte del pueblo redimido y llegamos a ser uno más de los que esperan la redención final.

¿Por qué Jesús es nuestro redentor? ¿Qué similitudes hay entre Cristo y Booz? ¿Por qué es tan importante detenerse en el sentido del texto más que en su literalidad?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Cada vida un universo
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Tiempo de arrepentimiento


“Acán respondió a Josué diciendo: Verdaderamente yo he pecado contra Jehová el Dios de Israel, y así y así he hecho” (Josué 7:20)
Hay incidentes en la Biblia que parecen desproporcionados. Cuando el pueblo participó en la conquista de Jericó Dios ordenó que no debían tomar nada de lo que allí encontraran. Sin embargo, un hombre del pueblo llamado Acán tomó de los despojos un manto babilónico, doscientos siclos de plata, y un lingote de oro (Josué 7:21), luego lo escondió debajo de su carpa.

De allí en más la historia se tiñó de sangre y Dios dijo que era a consecuencia de que alguien había transgredido el mandato dado por él.

Fue reunido el pueblo y luego de un interrogatorio se llegó a Acán. Cuando finalmente no tuvo opción, confesó su falta. Luego él, junto a toda su familia fueron llevados a un valle y todo el pueblo los apedreó hasta morir.

¿Hay proporción entre el pecado de Acán y la falta de otros personajes bíblicos? Si se observa la historia, aparentemente Dios fue más magnánimo con David quien cometió adulterio, fue un mentiroso, un polígamo, un asesino y finalmente un hombre sanguinario. O Exequias, quien se ensalzó a sí mismo no dando la honra a Dios. O Caín que asesinó a sangre fría a su hermano. ¿Es que Dios categoriza pecados? ¿Por qué esa drasticidad con Acán y su familia. Seguramente en esa familia había niños pequeños que nada tenía que ver con el pecado de su padre, pero de igual modo fueron condenados.

Este es uno de esos incidentes que se convierten en un verdadero dolor de cabeza a la hora de hacer un análisis de ellos. Dios, que no cambia, no habría actuado de ese modo de poder evitado. Sin embargo, el pueblo de Israel y otros pueblos aledaños estaban tan contagiados con la ley del talión “ojo por ojo y diente por diente” que no entendían otro mensaje. Por doloroso que pueda parecer ese era el único mensaje que ellos podían escuchar

Por otro lado, Acán pudo haberse arrepentido y haber buscado a Dios y su perdón, pero, prefirió esconder y esconderse, hasta que no le quedó alternativa frente a las evidencias. Su confesión llegó demasiado tarde cuando ya no se podía hacer nada.

¿Estás acudiendo a Dios cuando aún es tiempo? ¿Qué estás esperando? ¿Tarde o temprano el pecado nos alcanza? ¿Escondes alguna falta que temes confesarla a Dios?

Copyright: Dr. Miguel Ángel Núñez, 2013
Del libro inédito: Cada vida un universo

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